Guille Milkyway: «Si he sido el placer culpable de alguien, me dan ganas de abrazarle muy fuerte»

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Guille Milkyway
Guille Milkyway

Celebrando sus primeros 25 años de vida, La Casa Azul llega al ciclo Noites do Porto de A Coruña como una institución del pop nacional

26 sep 2025 . Actualizado a las 14:11 h.

Dice Guille Milkyway que, tras ganar un Goya por la canción Yo también, de la película del mismo título, recibió una llamada de la familia Morente que disparó sus endorfinas y su autoestima. «Sentí una seguridad que no había sentido nunca en mi vida —confiesa el músico—. Hubo unos años, al principio, que tenías que soportar mucha incomprensión. ¿Y esto qué coño es? ¿De qué va esta tontería? De pronto, recibir este tipo de aceptación de un mundo que me encanta fue increíble». De ahí nació una conexión que luego se materializaría trabajando con Soleá Morente, una artista que lo acompaña «siempre que puede en los conciertos especiales», señala. El que ofrecerán mañana en el ciclo Noites do Porto de A Coruña (Muelle de Batería, 20.30 horas, 22 euros) es uno de ellos. Servirá también para celebrar otro aniversario mítico: el 30.º del coruñés Bristol, uno de los locales musicales clásicos de Galicia.

­—Con Soleá Morente canta cosas muy fuertes. «Ahora o nunca» es la sublimación total del éxtasis del amor. ¿De dónde sale eso de «necesito amarte en el Olimpo»?

—Hace un par de años hice de jurado del Benidorm Fest, donde estaba también Ángela Carrasco. Con ella, su marido y su mánager estuvimos tres días tomando copas en el hall del hotel, muy a la antigua usanza, muy como yo lo había imaginado [risas]. Ellos hablaban y yo estaba como quien estaba leyendo una biografía no autorizada de la vida de Camilo Sexto, Ángela Carrasco y todo este mundo. Uno de los días, a altas horas de la noche, ella me dijo: «Tantos años cantando con Camilo esas canciones tan bellas que me hacía, pero jamás ninguna fue para mí. Él la escribía para que yo las cantara, pero no eran para mí». Al volver, con Soleá, que escuchamos mucho esas canciones del amor prohibido de antes, le expliqué esta historia e hicimos la canción juntos. Amarse en el Olimpo no es cualquier forma de amar.

­—Escuchándolo, me venía a la mente una mezcla del «Xanadu» de Olivia Newton John con Camilo Sexto. Lo que los americanos dicen «más grande que la vida».

—Totalmente [risas]. Este tipo de imágenes te llevan a un lugar en donde sabes que es una hipérbole. Pero cuando uno se enamora y llega ese punto en el que algo es trascendental, realmente lo vive así. A veces intentamos esconder esas cosas en el día a día y, ya que esto nos lo permite, lo hacemos plasmando la imagen del Olimpo porque es lo que estás sintiendo.

­—Estas mezclas en otro momento eran bizarras. Si gustaban, se solían meter en el cajón del placer culpable. ¿Fue de esos o tuvo claro que era trampa?

—De las pocas cosas en las que he militado musicalmente de manera muy activa fue el no guilty pleasure. Nada de placeres culpables. Nos gusta lo que nos gusta y siempre al mismo nivel. ¿Qué problema hay? Parte de una inseguridad estructural. Esos comentarios te llevan a un tema de la culpa casi religioso. No hay ningún problema. Pero es que incluso los que decían que no había que abonarse a eso del guilty pleasure lo hacían desde un punto de vista snob, como ¿y qué pasa por decir que me gusta no sé qué que eran cool? Y no, no hablo ni de cool, ni de guay, ni nada, hablo de lo que me gusta. Eso es propiedad de cada uno. No tienes por qué justificarte diciendo: «Entiendo que no es lo que me tiene que gustar, pero me gusta» ¿Qué tipo de discurso es ese? ¡Ni que estuviéramos hablando en una iglesia! Recuerdo cuando salió el Nevermind de Nirvana que en nuestro entorno fue muy revelador. Fue un disco que cambió cosas. A mí me gusta mucho ese disco, pero, a la vez, en esa época escuchaba mucho a Mocedades. Pero no tenía ninguna necesidad de reivindicarme con Mocedades, sino que los escuchaba de manera natural, como ahora.

­—Posiblemente, usted ha sido un placer culpable de mucha gente en su día.

—Seguramente. Y si he sido el placer culpable de alguien, me dan ganas de abrazarle. ¡Si te han tildado de persona con mal gusto y has sufrido por ello, que sepas que es problema del otro, no tuyo!

­—Y ahora que se libere y disfrute en público.

—Bueno, hay una cosa increíble en los conciertos de La Casa Azul, que nunca ha sido un grupo masivo. Durante estos años gente había escuchado en solitario al grupo y, de repente, llegaba al concierto y lo podía compartir. Era parte de la grandeza del grupo. «Aquí sí que me puedo presentar al mundo tal y como lo siento, aunque luego volveré a mi casa y lo diré poco». Al final, de alguna manera jugó a nuestro favor. Hay un elemento de seguir sintiéndote como único y, al final, es un secreto para compartir en los conciertos.