Mamá, sus 79 años, su voz de chica y su deseo de cruzar el estrecho y alcanzar aquella tierra que se aparecía bajo la bruma en el horizonte de la costa andaluza donde pasaba semanas los años buenos, que siempre son mejores en el recuerdo. Para los recuerdos, los cielos azules importan, lo sabía bien Machado. También la infancia, pero una es siempre niña mientras tenga una madre que ponga sus manos en la barriga o en el alma cuando duelen.
Mamá y yo cantando a voz en grito en el coche en dirección al sur, no tengo edad ni porvenir y mi color de identidad es ser feliz, y yo diciéndole que menuda machistada la de Alberto Cortez mientras le pido que la ponga otra vez, una vez más, mamá, y seguimos voceando: me gusta el vino y las flores y las muchachas en abril y las señoras cuando lloran y no, eso no nos gusta, pero cantamos igual porque la canción nos provoca nostalgia y ganas de vivir, como las ciudades decadentes que guardan huellas de tiempos en los que fueron otra cosa. Todos hemos sido otra cosa, lo malo llega cuando ya no ansías ser algo nuevo, entonces basta con mirar las estrellas con la María en el trigal, como en la melodía del argentino. ¿Estará vivo?, nos preguntamos. No sabemos, tampoco si visitó Tánger como Lola Flores o Manolo Caracol, que actuaban en el Teatro Cervantes, que está cerrado a cal y canto, como casi todos cuando nos hacemos mayores. Me hubiera gustado verlo en todo su esplendor o comprarme un ejemplar de La vida perra de Juanita Narboni en la librería Colonnes. Paseamos por el bulevar Pasteur hasta su puerta, pero solo podemos poner la nariz en el cristal del escaparate. En ese mismo edificio vivió Carmen Laforet los tres años que pasó allí con su marido, huyendo de su éxito.
De vuelta a la Medina nos sentamos en el café Cherifa. El recuerdo de la criada y amante de Jane Bowles sigue vivo. Hay fotos de las dos caminando por las callejuelas, una menuda, expuesta, frágil, la otra cubierta y poderosa. La leyenda dice que la envenenaba, aunque Jane tomaba suficiente ginebra como para provocarse los ictus que la mataron. A mamá los amores colonialistas y las escritoras en blanco le importan un bledo, pero brindamos con té con menta por los cielos azules.