Hagámoslo mejor

Mercedes Corbillón

FUGAS

Auroras boreales esta noche desde el Cabo de San Adrián, en Malpica, con las Islas Sisargas al fondo. En la imagen, una estrella fugaz por la lluvia de estrellas Dracónidas
Auroras boreales esta noche desde el Cabo de San Adrián, en Malpica, con las Islas Sisargas al fondo. En la imagen, una estrella fugaz por la lluvia de estrellas Dracónidas ANA GARCÍA

26 dic 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Si fuera poeta, podría escribir los versos más tristes esta noche, pero no lo soy y ni siquiera estoy afligida, si acaso cansada, que es una palabra que esconde otras, o al menos eso dicen los terapeutas y los coach de baratillo que hacen vídeos motivacionales en internet, vídeos que no veo porque me ponen de los nervios. No sé si soy refractaria al mindfulness o lo llevo instalado de serie, pero las consignas de los entrenadores emocionales me resultan tan falsas como las promesas electorales.

Ahora ya ni siquiera son necesarias las promesas electorales. La política se basa en apelar a las emociones, en tocar los corazones a veces y las tripas casi siempre, de modo que los publicistas ya no hacen únicamente los eslóganes, sino todo lo demás. Compraremos el producto más atractivo, aunque luego no le encontremos utilidad, pero seguiremos empeñados en lo nuestro, aceptando que es más difícil cambiar de voto que de casa, salvo que tu casero prefiera no renovarte el contrato para cobrar el doble de renta al siguiente candidato, claro.

De la vivienda mejor no hablamos hoy; entonces sí me podrían quedar los versos más tristes y poco poéticos esta noche que llueve en silencio, como si la propia lluvia estuviera cansada de su letanía, como nosotros, que estamos fatigados de este año en el que nos ha ido mal o bien o regular pero que ya está manido, exprimido, casi gastado. Hemos reído, hemos llorado, hemos amado, hemos cuidado, hemos donado y también nos hemos odiado más que nunca, capaces de disparar a los muros de este castillo donde vivimos todos. No me hagan caso, será que gracias a la profesora de literatura de mi Tormentito acabo el año leyendo Hamlet y me contagio de la negrura del príncipe, «tan abatido que la bella estructura que es la Tierra le parece un promontorio y bajo el techo majestuoso adornado de fuego de oro todo le parece una asamblea de emanaciones pestilentes e inmundas». Ni en Dinamarca ni en ninguna hace falta la lluvia para que huela a podrido.

Nos hace falta un cambio, una esperanza, una señal del destino que quizás se anuncie en la última noche del 2025, puede ser una estrella fugaz o un beso bajo el muérdago inexistente de un umbral. Crucémoslo y hagámoslo mejor, más limpio.