Ocurrió en un partido de división de honor juvenil. Algunos de los papás del equipo que resultó perdedor no estuvieron a la altura de las circunstancias, solo era un partido de fútbol, y la tomaron con el árbitro. Tras insultarle, amenazarle, escupirle, tirarle objetos contundentes a los cristales de su vehículo y un largo etcétera, se despidieron de él con un vergonzoso: «¡Desgraciado, a ver si te matas con el coche y no nos arbitras más!». Por supuesto que habrán sido la docena y media de exaltados de siempre, pero quizá no sería nada descabellado que la Federación Gallega de Fútbol fuese más rigurosa a la hora de impedir el acceso de estos individuos a los campos. Mal ejemplo para los deportistas.
Esos progenitores que acuden a estos encuentros a dar rienda suelta a tantas actitudes salvajes deberían ser tratados como tales y evitar que de ninguna de las maneras puedan llegar a ser ejemplo de incivismo para sus hijos. Estos chavales quieren que sus padres asistan a sus partidos para que se sientan orgullosos de ellos. No para avergonzarse de los mismos.