Remigio, entrenador de siete hornadas de juveniles ourensanistas, se mete en la máquina del tiempo para evaluar los cambios del fútbol

FUTBOL GALLEGO

Remigio es un asiduo del campus ourensano, donde corría y ahora nada para mantener su cuerpo en acción
Remigio es un asiduo del campus ourensano, donde corría y ahora nada para mantener su cuerpo en acción MIGUEL VILLAR

El veterano técnico obtuvo el título nacional en la promoción de los míticos José Ángel Iribar y Jabo Irureta

05 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

José Fernández Otero (O Pereiro de Aguiar, 1947) es más conocido en el panorama del fútbol ourensano como Remigio. Pese a que hace numerosos años que colgó su pizarra, es fácil encontrarlo hablando de balompié y relatando alguna de las incontables anécdotas que acomoda en su memoria. Defiende su condición de analógico: «Leo el periódico en papel y estoy seguro de que ahora recurrimos mucho a la inteligencia artificial porque la natural escasea. En el fútbol de hoy, seguramente no valdría ni para llevar las fichas, y eso que ya me han contado que ni existen, porque se utiliza el teléfono móvil o la tableta para presentarlas».

Remigio es de los que dice muy claro aquello que quiere transmitir. Es asiduo en las charlas del colectivo de entrenadores Afiador. Le gusta preguntar y debatir cuando se trata de hablar del juego, sobre todo del que mamó de niño, en el entorno del Instituto Otero Pedrayo, en el Posío. «Comencé a jugar en el Xardín, en los tiempos en los que también empezaban el inolvidable Miguel Ángel, Víctor Puertas o Pepe Santos. A mí me gustaba sobre todo el deporte, respeto cualquier modalidad y fui un practicante normal, solo normal, en atletismo y fútbol», explica un veterano que prolongó su trayectoria balompédica en el Maceda y el Atlético Vilariño, antes de participar activamente en la fundación del Parada Piñor en 1971. «Allí conocí a mi esposa, así que fue una gran etapa», remarca este empleado de banca que no dudó en encaminarse al banquillo y bebió de las fuentes de los mejores.

A principios de los años ochenta, Fernández Otero tenía claro que quería ser adiestrador titulado y la licencia nacional requería un notable empeño. Después de un selectivo territorial, se ganó uno de los billetes para el curso de 1983: «Lo logré en Galicia con un entrenador como Chus Baleato, que después sumó muchos éxitos por aquí. En Sevilla nos encontramos con un plantel de auténtico lujo, porque entre los alumnos estaban futbolistas de la talla de José Ángel Iribar, Javier Irureta, Tonono y Félix Carnero. Tuvimos profesores como Javier Clemente y su preparador físico Manolo Delgado Meco. Allí estaba yo, uno de Cachamuíña que solo había jugado en categorías provinciales». El ourensano estaba dispuesto a conseguirlo y regresó de Andalucía con el carné estatal en el bolsillo.

Remigio entró en la estructura del CD Ourense y se hizo cargo del equipo juvenil en una Liga Nacional en la que eran llamativos el Real Madrid, Atlético de Madrid, Valladolid, Sporting de Gijón, Oviedo o Racing de Santander, además de los gallegos. «Tuvimos a muchos jugadores que llegaron al primer equipo o fueron bastante conocidos por aquí, como Nando, Lamela, Sequeiros o Aníbal», nombres que salen de sus recuerdos de aquella época. Entonces, aún en ejercicio de sus funciones en el ambiente bancario, el entrenador rebajó horas a su actividad futbolística, ascendiendo a Preferente con el Sporting Celanova y elevando también las prestaciones del Vilamarín: «Al final, tuve que dejarlo, por falta de tiempo».

Habla con cierta nostalgia de un pasado que ensalza a pesar de que no es de los que renuncia a los avances. «Nuestra vida ha mejorado en muchos aspectos y eso está bien, pero el fútbol no evolucionó, lo que es distinto es todo lo que lo rodea. Desde que llegó la filosofía, ha perdido su esencia y es evidente que falta mucha educación y respeto. Basta con ver a esos millonarios que se enfadan cuando los sustituyen en un partido, con un claro desprecio a su compañero que entra. Los cuadros técnicos son ahora familias y, aún así, todos quieren contar con los mejores jugadores. Y es que el talento no se enseña», concluye.

Las jornadas en Balaídos con su nieto y las lecciones de Arsenio Iglesias

Remigio reconoce que el fútbol de hoy en día ya no le atrae demasiado, pero sigue girando a su alrededor: «Voy poco a los campos e incluso no veo mucho por televisión. Sobre todo me desplazo a Balaídos para llevar a mi nieto a ver al Celta. Lo que pasa es que hay partidos a todas horas. Es como comer entrecot todos los días, te acabas hartando».

De aquel balompié de los domingos recuerda que era más intuitivo. «Yo era entrenador, me encargaba de la preparación física e incluso de los entrenamientos específicos de los porteros. Era todo más directo», rememora en su evaluación.

En esa línea, subraya a un técnico exitoso como Arsenio Iglesias, bien conocido por sus míticas frases. El ourensano se queda con una en especial: «Un día dijo que cuando había balón debías atacar y, cuando no, había que defender, pero había algunos que no lo hacían y el equipo perdía equilibrio». La aprovecha para insistir en el relativo papel de los entrenadores. «El protagonismo es de los músicos, los demás deben estar al servicio del talento y poner un poco de orden», sentencia al concluir.