La tripulación del narcosubmarino, capturado hace un año, sobrevivió a tres temporales, a una tensa relación y a un buque de grandes dimensiones que casi los arrolla; el precario viaje se ideó para 14 días, lo que vino después fue aún peor

Javier Romero

Seis ventanucos rectangulares de metacrilato enmohecido fueron su único balcón al mundo durante 27 días. Dentro del casco, en el único espacio, un hueco haciendo de cabina, penumbra y desconfianza. Incluso ya saliendo al Atlántico, semisumergido, reptando igual que un caimán sobre el agua para ganar millas lentamente dejando atrás la primera escena del delito, Brasil, los mismos portillos impedían dimensionar en su vasta totalidad la balsa de agua que rodeaba, y zozobraba, a la embarcación y sus tripulantes. Tampoco se intuía, por los mismos tragaluces, el final del horizonte. Demasiada mugre acumulada.

A partir de ahí todo fue penumbra, ruido permanente, más recelo y oscuridad. Hedor, posibles traiciones, angustia, goteras, humedad, grasa, miedo, sudor y comunicaciones que no llegan; otras, tal vez, interceptadas. Más ruido, olas imposibles, ni letrina ni bacinilla, una bolsa; gases tóxicos, nolotil, filtraciones, malcomer, ibuprofeno, sudor, humo y más humo, correos electrónicos sin respuesta y el riesgo de pasar al menos 20 años entre rejas por los 3.050 kilos de cocaína alijados en la bodega del primer narcosubmarino cazado en el Viejo Continente. Un viaje suicida que sus protagonistas pueden contar de milagro.

EL OFRECIMIENTO

Madrid. La investigación atribuye la responsabilidad de capitanear el semisumergible a Agustín Álvarez, de Vigo y residente en Madrid. Fue una promesa del boxeo nacional hasta dejar el deporte de las doce cuerdas para mudarse a Barcelona. El sector de los karts lo acogió con los brazos abiertos. Madrid, ya alejado del motor, fue su próxima ciudad. Allí, según parece, participaba del negocio de la coca haciendo transportes por carretera. Lo siguiente, dadas las evidencias judiciales, fue subirse a lomos de un narcosubmarino.

Agustín fue la segunda opción de un viaje llamado a coronar otro piloto, también español. Pero se echó atrás en el último momento. El gallego aterrizó en Brasil el 25 de octubre del 2019, y se estima que recibió el encargo una semana antes. Fue todo tan precipitado que incluso anuló de urgencia su tradicional fiesta de cumpleaños (1 de noviembre) en la capital. Ya en la selva, en el Amazonas, junto al artefacto y los dos tripulantes, Agustín se mantuvo distante. Ni los nombres quiso saber, y mucho menos que ellos conocieran el suyo. Luis Tomás Benítez Manzaba y Pedro Roberto Delgado Manzaba, ecuatorianos y primos, eran los acompañantes. Según parece avezados marineros de narcosubmarinos que viajan de forma regular de Colombia a México y regresan en avión.

PRIMER TRAMO

A las Azores. El artefacto navegó 12 horas hasta desembocar en el Atlántico. La singladura fue plácida al inicio e insostenible a los pocos días. Tres temporales mermaron el barco hasta casi hundirlo, pero sobrevivieron. A ratos, cuando podían, salían a la cubierta para asearse y poco más. «Al final la vida no deja de ser tan simple como estar sentado 24 horas al día en una habitáculo sin apenas sitio para vivir y con una relación entre ellos prácticamente nula. Salvo a última hora, que empezaron a entablar relación de más amistad. Las situaciones duras hacen empatizar más a las personas», explica el Equipo contra el Crimen Organizado (ECO) en Galicia de la Guardia Civil, que instruye las diligencias en colaboración con la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) de la Policía Nacional en Pontevedra, el Servicio de Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria y el Grupo de Respuesta Especial para el Crimen Organizado (GRECO) en Galicia.

Lo siguiente fue seguir una de las autovías marítimas reservadas para buques. «El mayor susto fue cruzarse con un mercante que casi se los lleva por delante. Lo pasaron muy, muy mal», añade el ECO Galicia para evidenciar el cuarto gran peligro vivido tras los tres temporales. Pero la proa siguió avanzando a diez millas por hora hasta bordear las islas Azores. Ya el 15 de noviembre, tras 19 días de singladura, se supieron cercados. Patrulleras y medios aéreos de la Armada Portuguesa salieron a su encuentro, pero no hubo contacto visual. El mal tiempo impedía distinguir su silueta semisumergida. Está por ver si la tripulación sí distinguía a sus captores, alertados, igual que España, por el Centro de Análisis y Operaciones Marítimas en materia de Narcotráfico (MAOC). El segundo gran contratiempo surgió en tierra. Uno de los motores de las dos planeadoras dispuestas para salir desde la Península se averió. Lo siguiente fue aplazar todo.

Los 153 fardos pesaron 3.050 kilos tras retirar los envoltorios
Los 153 fardos pesaron 3.050 kilos tras retirar los envoltorios

TRES DÍAS FONDEADOS

Reorganizarse. Agustín y sus marineros solo podían esperar. Los enlaces en España necesitaban tiempo para conseguir otro motor nuevo o arreglar el averiado. No les quedó otra que fondear durante 72 horas en algún punto de la nada oceánica, a más de 150 millas de la costa y sin ancla. Mientras, en España, las gestiones para obtener un motor nuevo dispararon la rumorología en este submundo. Muy reducido a ciertos niveles e indiscreto por naturaleza. La información fluyó, eso seguro, porque el ECO Galicia de la Guardia Civil le puso el cascabel al gato averiguando que la embarcación ubicada por el MAOC era realmente un semisumergible.

Pasadas las 72 horas fondeados, mecidos por un fuerte borrasca, se descartó la descarga en el segundo punto pactado bajo una total improvisación. Una ubicación más próxima a la Península que la primera, al oeste del Algarve, pero la asfixiante presencia de la Armada lusa imposibilitó cualquier intento y ahuyentó al artefacto. En ese momento, ya orientado hacia el norte, Galicia era la única opción posible para llevar a buen puerto a este Frankenstein de la navegación.

GALICIA

Tramo final. Agustín entró al timón de Che -así lo bautizaron sus fabricantes- en las Rías Baixas el 21 de noviembre. El MAOC, entonces, ya había identificado el tipo de embarcación. Por lo que el resto de integrantes de la investigación sabían a qué se enfrentaban.

Trascendió que en esos días se movió cielo y tierra para encontrar lancheros que salieran a por los 100 millones de euros de cocaína. Solo en la ría de Arousa se tocó al menos a cuatro organizaciones, todas lo rechazaron y ninguna aparece en este procedimiento concreto. Por lo que Agustín recibió nuevas órdenes. Había que llegar a algún punto fijado, frente a la Costa da Morte, para quemar la última bala. Al mismo tiempo, UDYCO Pontevedra cazaba al vuelo otra información para ubicar a los sospechosos en tierra, y algo más.

DESPLIEGUE

Por mar y aire. Las Rías Baixas se blindaron entre los días 21 y la madrugada del 24, que se hundió el artefacto. Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria movilizó todo lo movilizable: «Siempre condicionados por el mal tiempo. No hay ninguna duda de que con unas condiciones meteorológicas más favorables, el semisumergible no hubiese llegado a Galicia», explican en Aduanas. Ya sobre el agua, los patrulleros Halcón, Águila I y Águila V cerraban rías, custodiaban bocanas o, incluso, se agazapaban entre bateas a la espera de Che. Ya por alto, y condicionados por el mal tiempo, los helicópteros peinaron cada palmo de las Rías Baixas coordinados con la Guardia Civil.

ÚLTIMA BALA

Pesquero asturiano. El ECO Galicia de la Guardia Civil recibió, otra vez, más información relevante que situaba a Che citándose con un barco de pesca procedente de Asturias. Por lo que, desde A Coruña, movilizó a una de sus patrulleras que, salvando olas de hasta siete metros, se metió en el ombligo de la tormenta. Llegaron a la zona posicionada y visualizaron el pesquero, que viró el rumbo hasta desaparecer ahuyentado por la Guardia Civil. «Teníamos claro que esa opción se iba a producir, por eso hacemos el despliegue de medios que hacemos con barcos nuestros y de Vigilancia Aduanera, y con medios aéreos. El fin real podía ser la detención, pero era improbable localizar algo así en aquellas condiciones. El objetivo real era dejarlos sin opciones y, al final, el azar jugó a nuestro favor porque sí se quedaron sin opciones. No les quedó otra que volver a la costa para intentar sobrevivir», añade el ECO Galicia.

Agustín se escondió en esta casa cuatro días hasta su detención
Agustín se escondió en esta casa cuatro días hasta su detención Xoán Carlos Gil

Al sur, ya el día 24 a última hora de la tarde, se detecta pasando frente a la isla de Ons. Ya de madrugada, el patrullero Halcón, a la 1.15 horas, recibe que el objetivo se ubica próximo a la ría de Aldán. Por lo que el mismo patrullero cierra el canal norte de la ría de Vigo mientras el Águila V se dirige a la zona cero, en Punta Couso (Hío. Cangas). Las instrucciones, a las 3.30 horas, sitúan a Che entrando en la playa de O Foxo. Agustín activó la válvula para hundirlo antes de salir por la escotilla. Fuera, rodeándolos, decenas de agentes seguían con prismáticos de visión nocturna cada paso de la tripulación. Vestían trajes de neopreno y chalecos salvavidas. Para llegar a la costa se valieron de cuerdas. Normal, los dos Manzaba apenas saben nadar. Lo siguiente, y último, fue capturarlos, disolver el dispositivo e iniciar la investigación en tierra.

Los cuatro acusados de ayudar en tierra se enfrentan a delitos de organización criminal y tráfico

Ubicar a los considerados colaboradores en tierra, ya en el tramo final de esta odisea, duró días. El encargado de recoger en coche a Agustín y los Manzaba, en la misma playa de Cangas que hundieron el semisumergible, fue visto en las inmediaciones y en un camino aislado. A la patrulla de la Guardia Civil que lo identificó no le cuadraron sus explicaciones. Tampoco que encendiese de forma intermitente, a modo de faro, las luces largas del turismo orientado al mismo arenal. Alegó que había roto con su novia y necesitaba meditar. Pero las tres bolsas, presuntamente para sendos tripulantes, con ropa nueva, mantas y barritas energéticas, lo delataron. Le dejaron irse para averiguar a dónde iba y qué hacía. No se equivocaron, Rodrigo Hermida fue el hilo que enhebró las retales sueltos de una investigación sobrevenida que salpica por igual a otros tres vigueses: Iago Serantes y su padre, Enrique, y Yago Rego.

Los cuatro se enfrentan a delitos contra la salud pública e integración de organización criminal. Ellos, ante la jueza, alegaron que únicamente pretendían ayudar a un amigo en apuros que podía morir dentro del artefacto. De ahí la ropa, las mantas y las barritas energéticas compradas pocas horas antes en la calle Príncipe de Vigo. Dio igual, la titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Cangas ordenó el ingreso en prisión de todos, incluida la tripulación. Hoy solo ellos tres permanecen entre rejas, el resto salieron tras abonar las fianzas impuestas. Pero las pruebas incriminatorias aportadas, a ojos de los cuatro cuerpos policiales, la Fiscalía Antidroga de Pontevedra y el juzgado instructor, desmontan el alegato exculpatorio de la ayuda altruista.

SIN BARCO

Ni titulación. La causa evidencia que ellos, por sí solos, carecen de medios y el dinero para organizar semejante trabajo. También revela que los cuatro, presuntamente liderados por Iago Serantes y Iago Rego, organizaron a contrarreloj la descarga en tierra. Pero sin barco ni titulación, y todo ello con un fuerte temporal azotando las costas. Dio igual, se arriesgaron y contactaron con dos viejos amigos. Les pidieron su todoterreno y el título para embarcaciones de recreo. Se negaron en redondo, algo les olía mal. No se equivocaron. Al trascender la aparición del narcosubmarino, a los pocos días, ambos entendieron lo cerca que estuvieron de arruinar sus vidas.