El periódico informó por los canales de la web, las redes y el papel. Así trabajamos el 28 de abril, el día del apagón en España

César Casal
Belén Araújo

Desde la apertura al cierre, La Voz de Galicia hizo un esfuerzo sin precedentes para que sus tres canales de información, web, redes y papel, no se quedasen a oscuras, justo cuando sus lectores sí lo estaban. El apagón espoleó el trabajo en equipo que caracteriza al periódico y a todos sus departamentos y delegaciones. Cuando la web estuvo amenazada, pudimos seguir actualizando los datos a los ciudadanos con dos terminales desde el Centro de Datos, el corazón informático del periódico. Mano a mano, el periodismo y la ingeniería. Sobran los nombres y los apellidos. En esta historia solo hay un nombre y un apellido que nos ha unido y caracterizado siempre: ser La Voz y tener como apellido Galicia. Y así se cumplió ayer. Muy pocos medios en toda España y Portugal lo consiguieron en una jornada caótica.

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Se salvó la web todo el tiempo que se pudo. Al caerse hasta el alma, litros de diésel se convirtieron en la sangre de tinta para que un generador resucitase el pulso de una misión que tenía como objetivo final que el periódico llegase en papel desde la rotativa a los suscriptores y a su cita en los quioscos, gracias a una distribución única.

La tensión no faltó y las cabezas no perdieron el rumbo. Mentes frías, corazones calientes, con los tentáculos de los fotógrafos, cámaras y redactores moviéndose por el territorio contra la ausencia de corriente. Fue mítico el momento en el que hilo con la audiencia continuó a través de vídeos con información precisa que improvisamos con móviles grabándolos a los pies de la rotativa. Las redes sociales notaron que La Voz de Galicia seguía ahí, activa. De las redes volvimos a la web. La wifi iba y venía como solo lo hace el viento en los cantiles más peligrosos de la costa gallega. Pero nos debemos a esta tierra y seguimos navegando sin dar el brazo a torcer cuando todo pintaba peor y el apagón amenazaba con convertirse en eterno.

Quedaba mucha tarde y mucha noche. Queríamos e íbamos a poder. Se cambió el planillo, que es la partitura de un periódico, una y mil veces, para que nuestros fieles abriesen su puerta a primera hora de la mañana y se encontrasen su fiel ejemplar de La Voz, con una primera histórica: Apagón total. El diésel aguantó del tirón del arranque de la rotativa y más de uno pudo respirar al fin. Jonás no lo pasó peor en el vientre de la ballena. Otra imagen de lo que se vivió ayer en esta casa para que se hagan una idea. La primera comparecencia del presidente del Gobierno la pudimos seguir en la redacción central gracias al móvil de una periodista que tenía los datos con la única operadora que en ese momento respiraba. Fue una jornada sin horas, en la que se nos olvidó comer. Pero la satisfacción de la misión cumplida, cuando el trabajo está completamente cuesta arriba, no la olvidaremos ninguno. Como estamos seguros que muchos suscriptores y lectores guardarán las páginas que demostraron que la luz se apagó en la península ibérica, pero incluso así La Voz de Galicia siguió hablando con precisión.