Oda a la efectividad en Al-Ándalus

Lorena García Calvo
Lorena García Calvo VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

El Celta presume de individualidades y ofensiva en un partido jugado en las dos áreas

01 feb 2014 . Actualizado a las 19:06 h.

Cuando el fútbol naufraga, el Celta se encomienda a la ofensiva, y ayer, en Granada, la jugada le salió redonda. Porque en un partido en el que el mediocampismo brilló por su ausencia, con los célticos probando el césped una y otra vez, y con el juego aéreo nazarí poniendo a prueba la solvencia de la zaga, los de Luis Enrique fueron capaces de sobrevivir. La cruz que el equipo probó en Cornellá tuvo su réplica en Los Cármenes con el gol de Augusto.

La defensa

Cabral recupera su sitio

Que David Costas necesita kilometraje para poder ayudar con solvencia a su equipo era obvio, aunque la predilección de Luis Enrique por el canterano arrojaba dudas respecto a quién acompañaría a Fontás en el centro de la defensa. Ayer el entrenador prefirió no jugársela y devolvió la titularidad a un Cabral que respondió con trabajo y gol. Sin embargo, en un día en el que los futbolistas célticos caían como fichas de dominó sobre Los Cármenes, la zaga tuvo momentos de titubeo. El juego aéreo de los nazaríes resultaba una amenaza constante para los vigueses, que fueron de menos a más. Aurtenetxe, que no jugaba desde el partido frente al Osasuna, entró en la segunda mitad y cumplió como central en el que puede haber sido su mejor partido como céltico.

El centro del campo

Y Álex no fue titular

El Celta se nutre del esférico. Su juego late al ritmo que marcan los toques, y según el criterio que impone el medio campo. Cuando este desaparece, el equipo se congestiona, como sucedió ayer. En un partido que se jugó de área a área, el Celta no fue capaz de exponer un fútbol nítido. Jugó a trompicones y más en función de lo que el Granada le permitía, que de lo que dictaban sus intereses. Pesó en esto el planteamiento nazarí. Presión muy arriba e intensidad por los cuatro costados. Pero también el giro radicalmente ofensivo que Luis Enrique dio al trivote. La desaparición de Álex López del once, por primera vez en la temporada, devolvió a la media a Rafinha. Así, la línea de creación céltica se vistió de jugones con un perfil más próximo a la portería rival que a la creación pura y dura. Aunque bien es cierto que el hispanobrasileño se destapó en la primera mitad con un partidazo, y Augusto compensó su día discreto con el gol final. Caso aparte fue Oubiña.

Oubiña

El mal día del capitán

Borja Oubiña no atraviesa su mejor momento. Sus últimas participaciones han dejado ver a un capitán en horas bajas, y ayer en Granada quedó constancia de ello. El capitán regaló el córner del gol del Granada en una jugada sin peligro alguno en la que adoptó la peor decisión. Con el paso de los minutos el capitán no se recuperó mentalmente, y a Luis Enrique no le tembló la mano a la hora de retirarlo. Una decisión que podría parecer arriesgada, pero que se vio acertada sobre el campo. Aurtenetxe se incorporó a la defensa, y Fontás ejerció de pivote sin complicaciones. Eso sí, el centro del campo céltico tuvo igualmente dificultades para armarse en la medular. La entrada de Krohn-Dehli, más fresco y que está recuperando su mejor fútbol, dio el empujón definitivo.

El ataque

Intención y eficiacia

Los argumentos del Celta son ofensivos. La calidad de los jugadores de ataque célticos está fuera de toda duda, y las individualidades de Rafinha, Nolito -que ayer falló una ocasión cantada-, u Orellana pueden decantar un partido. Si a eso se le suma el trabajo de Charles y la visión de Krohn-Dehli, a los celestes ya solo les falta contar con el visto bueno de la eficacia, y en los últimos encuentros, esta, también está del lado céltico. Porque a donde no llega el fútbol, ahora mismo, en el Celta, llega el gol.

Paso adelante

Otro muro tirado

La victoria en Granada reafirma al Celta. Por volver a marcar lejos de casa, por ganar en Los Cármenes en Primera División por primera vez, por encadenar dos victorias consecutivas, y por dejar en la zona tranquila a un Celta que, a todas luces va a más. No tanto por fútbol, que lo tiene, aunque no siempre lo exhibe, sino por convicción. El Celta cree en sí mismo. Y que siga la fiesta.