
Un Celta con nueve internacionales no bastó para vencer a un Standard que con fe tumbó a la lógica
25 nov 2016 . Actualizado a las 13:33 h.Salir con todo no fue suficiente para el Celta. El día que Eduardo Berizzo decidió poner a su once de gala algo falló. Y ese algo quizás fue la lógica y la confianza que a menudo lleva de la mano. Y para eso no estaban preparados los vigueses.
En la noche clave todo se preparó a conciencia en el Celta. Desde la voz de Freddie Mercury que sirvió de banda sonora para dar la bienvenida al partido, a la pizarra del Toto. Donde se jugaba la clasificación. Los experimentos con los que el equipo había pululado por la Europa League hasta el momento quedaron aparcados y el técnico y alineó a todos sus jugones. Tanta era la calidad que había sobre el tapete, que de los once que vestían la zamarra celeste nueve eran internacionales. Todos salvo un Hugo Mallo a nivel de selección y un Cabral con galones.
Dejar en el banco a Sergio Álvarez, sin minutos en los últimos partidos y sancionado en Liga, fue la única sorpresa de la alineación, ya que Berizzo apostó por Rubén Blanco. Quizás buscaba disponer de las máximas garantías en los balones al espacio, o quizás creyó que el rodaje del mosense en los últimos encuentros le tenía más en forma que al de Catoira. La actuación del canterano, con guantes salvadores, acabó por darle la razón al entrenador.
La alineación de quilates del Celta le situaba claramente como favorito. La defensa era sólida y con dos laterales carrileros; el centro del campo estaba poblado por tres jugones como Marcelo Díaz, Tucu Hernández y Wass, y en ataque al momento soberbio de Aspas se sumó el juego aéreo de Guidetti y la velocidad de Pione.
Otro de los argumentos que inclinaba la balanza a favor de un triunfo local era el factor cancha. Balaídos estaba dispuesto a dictar sentencia y a sellar el billete para la siguiente ronda. Además, el Standard tenía la baja importante de Dossevi y atravesaba un mal momento en su competición doméstica.
Todo estaba a favor del Celta. Incluso el gol tempranero de un Aspas que comenzó caído a la banda derecha y que derrochó esfuerzo. Ayudó a defender e incluso cuando a los vigueses les costaba generar fútbol, retrasaba su posición para vestirse de creador. Mucho trabajo que no se podrá repetir en el partido de Grecia, ya que vio la cartulina roja. Pero en toda esa puesta en escena favorable al Celta algo se rompió por el camino y el equipo que más fútbol tiene en las piernas no fue capaz de doblegar a un rival de una liga mucho más discreta.
¿Qué pasó? Que el Celta no pudo hacer su mejor fútbol y acabó cayendo en las redes belgas. Quizás los vigueses confiaron en la lógica. En que tras el primer gol el segundo caería casi por inercia, y ahí estuvo el error. En la primera mitad el grupo del Toto tuvo enormes dificultades para construir y despegarse de la presión del Standard, desembocando en pases imprecisos.
La lógica que esperaba el Celta no cuajó, sino que en la segunda mitad dio paso a la fe. La de los visitantes, claro. Porque frente a la calidad viguesa se impuso la creencia belga, que metió más gasolina a las piernas y más intención en los balones colgados. El balón parado hizo el resto.
El Celta deberá jugarse en el territorio hostil del Panathinaikós el pase a los dieciseisavos por haber confiado en que apostar por todo el día clave sería suficiente. Los vigueses no pusieron toda la carne en el asador desde el inicio y ahora llegarán con el agua al cuello a la última oportunidad. En Europa, a la que cuesta tanto llegar, o se apuesta o no se apuesta. Apostar tarde puede no bastar.