El equipo insistió en tener la pelota como argumento defensivo y ofensivo, retomando su identidad
28 nov 2016 . Actualizado a las 21:13 h.El Celta regresó al puerto seguro del balón para reencontrarse consigo mismo y retomar el pulso al fútbol. Lo necesitaba. De alguna manera, había ido perdiendo su juego y su identidad por el camino en su ansia de ser un equipo más versátil. Las intenciones eran buenas, pero la versión 3.0 del equipo del Toto no acaba de carburar, así que ante el Granada, de vuelta en la Liga, regresó a su génesis, a la pelota.
Frente a los nazaríes se vio al Celta más reconocible de los últimos tiempos. Un grupo que atacó y defendió a través de una posesión dictatorial que al descanso superaba el 72 % y al cabo de los 90 minutos se quedó en un 70 %.
Desde la temporada pasada el grupo no alcanzaba semejante dominio del balón. Un control además fructífero, porque fue a través de la posesión cómo los célticos noquearon a un rival con muy pocos argumentos. La idea planteada por el Toto pasaba por frenar a su contrario con tres centrales y dos carrileros y que el doble pivote generase fútbol para un ataque de sobrada calidad. El once de jugones comenzaba con la defensa, en la que Berizzo apostó por un Andreu Fontás que siempre ha destacado por su buen criterio a la hora de sacar el balón. Marcelo Díaz fue el encargado de generar fútbol con la pelota que le habilitaba la zaga y también de poner pausa cuando el partido lo requería, y el ataque hacía el resto. Y sin precipitación. Si lo de ayer fuese un partido de balonmano, el Celta estaría al borde del pasivo de manera constante.
La premisa de ser insistentes con el esférico incluía tener paciencia extrema para llegar a portería. Sin precipitación, pero con velocidad y ritmo. Porque lo uno no excluye a lo otro. El control de la pelota se gestionaba con pases y combinaciones reiteradas, paredes, buenos apoyos y una colocación que rozó la perfección y que permitió al grupo recuperar con rapidez y criterio. El 88 % de los 793 pases celestes fueron acertados. Mucho pase y bien traído.
Nada contemplativos
Prueba de que el Celta regresaba al hogar del balón fue la respuesta del equipo tras adelantarse en el marcador por medio del de siempre, Iago Aspas. En vez de inclinarse por una actitud más contemplativa y buscar apuntillar a los de Alcaraz al contragolpe, como venía haciendo hasta ahora, insistió en la idea de la posesión, ayudado además por un rival que tan solo dio señales de vida en los últimos diez minutos.
La fórmula a la que los célticos recurrieron para defenderse fue escondiendo la pelota, recuperando la imagen del Celta reconocible de las dos últimas temporadas, un equipo que, más allá del rival y las circunstancias, siempre insiste en lo mismo, la posesión.
En la puesta en escena del equipo vigués frente al Granada también tuvo peso la pizarra, a la que Eduardo Berizzo dio un nuevo giro comenzando por organizar al grupo en un 5-2-3 cuando tocaba defender y convertirlo en un 4-2-4 al entrar en la fase ofensiva. El esquema resultaba interesante, pero todavía más los nombres y el funcionamiento de los jugadores. Iago Aspas, que a priori parecía que se situaría como extremo derecho, se movió en la práctica por todo el frente del ataque. Allí donde se necesitaba, o donde creía que podía hacer más daño, aparecía.
Y algo similar sucedió con el infatigable Daniel Wass, que en defensa ejercía como lateral carrilero y en ataque actuaba como extremo derecho. Y en ambos cumplió con creces. El danés es capaz de guardar la posición y cubrir su costado y a la vez tiene instinto para encontrar pases peligrosos y combinar a la perfección con sus vecinos de ataque.
El moañés y el vikingo fueron hombres destacados en un equipo que tuvo en Radoja al principal pasador del grupo -94 intentos y 88 aciertos-. El Celta regresó al balón. A su esencia. A la victoria. Ahora está en su mano confirmar que la idea regresa para quedarse.