A Balaídos llueva, truene... o estés de parto

GRADA DE RÍO

María Valle fue directa del campo al hospital para dar a luz a su hijo hace hoy 20 años

17 abr 2017 . Actualizado a las 18:35 h.

Su mundo es celeste. Por eso, como prácticamente todo en su vida -según sus propias palabras-, el nacimiento del hijo de la celtista María Valle también estuvo vinculado al Celta. Fue el 17 de abril de 1997, hace ahora veinte años. La víspera, el día 16, había cita en Balaídos. «Un Celta-Logroñés, el típico partido de miércoles. No se me olvidará en la vida», dice. No es para menos. A sus 19 años -uno menos de los que hoy cumple aquel bebé que esperaba-, y a cuatro días para salir de cuentas, se empeñó en acudir al encuentro. «Fui al campo con contracciones, pero aguanté…». Pocas horas después de aquella victoria (4-0, Dutuel, Revivo, Mazinho y Geli) venía al mundo el pequeño.

«Mi madre me decía que estaba loca por ir al fútbol tal como estaba, pero yo era una pipiola y allí me fui. Un día de una tormenta tremenda. Salí del campo para ir a dar a luz», recuerda la actual presidenta de la peña Alento Celeste. «Cuando íbamos para el hospital le decía a mi padre que sacara el pañuelo por la ventana y él respondía: ‘¿Estás de broma, no?’», relata. Pero no lo estaba y a poco más el crío nace en el municipal vigués. «No me quería perder el partido por nada, igual que ahora. Luego recibí como regalo una camiseta firmada por todos los jugadores y al niño lo hicimos socio nada más nacer», cuenta orgullosa.

Se define como una «loca total» del Celta, y eso que al principio a su padre -del que asegura haber heredado tal locura- le costó meterle el gunsanillo. «Somos tres hermanas, mujeres. De pequeñitas nos proponía ir al fútbol y ninguna queríamos. Si lo hacíamos era rosmando», comenta. Pero haciendo gala de una gran memoria para todo lo que tenga que ver con el club, tampoco ha olvidado el día en el que cambió todo. «Con 14 años, en un Ciudad de Vigo contra el Madrid, mi madre nos dijo que fuéramos y nos dio por ir a las tres. Desde ese día ya vamos siempre llueva, truena o caiga quien caiga». Incluso estando de parto, en el caso de María.

La pasión por el equipo es tal en la familia que Valle cuenta sería que «como el día que muera la abuela coincida con un partido a ver qué hace...». «Lo vivimos a tope. Para mí el Celta es eso: mi manera de vivir, mi vicio, que otros no tengo». Por eso hace filigranas para cuadrar los turnos en su trabajo y no perderse un partido a no ser que sea estrictamente necesario y es capaz de cogerse el coche y hacer los kilómetros que haga falta para plantarse en el que quiera que sea el lugar donde once jugadores vayan a defender la celeste.

Hace unos meses estuvo de baja por problemas de espalda y el fue imposible desplazarse con el equipo durante ese tiempo. «Apenas podía subir las escaleras de Balaídos, pero iba igual. Me decía: ‘Yo voy como sea’», señala. También tiene avisados a su entorno de que el Celta está por encima de bodas, bautizos, comuniones o cualquier otro evento al que la inviten. «Ya les digo que si es en día de partido, conmigo que no cuenten. La única posibilidad de que me pierda un partido es por trabajo, y me pongo de una mala leche tremenda», reconoce.

«Yo creo que el fútbol es algo que o te engancha no, o te encanta o lo odias, no hay término medio», señala. Y curiosamente, el extremo opuesto a suyo lo tiene en su propio hijo, aquel chaval que por poco nace en Balaídos. «Lo llevé desde el día cero y creo que lo saturé. Me salió antifútbol total, no quiere saber nada», lamenta. Porque admite que es una espina que le ha quedado clavada. «Claro que me da rabia, llevándolo desde bebé y nada. Lo tuve de socio hasta los doce pero luego para que fuera a disgusto y no lo disfrutara ya dejé de insistir».

Más allá de la vivencia personal de empezar a sentir las contracciones en Balaídos, María se queda, entre todos los buenos momentos vividos gracias al Celta, como los ascensos. «En el último me tatuó el escudo junto con una bufanda con el nombre de mi hijo. Los viejiños se me quedaban mirando pasmados y preguntaban: ‘¿Pero qué jugador es Miguel?’», relata divertida. Y Miguel es un chaval al que a día de hoy no le tira el Celta, pero que a punto estuvo de venir al mundo con una victoria por 4-0 ante el Logroñés debajo del brazo.