El noruego, céltico entre 1997 y 1999, hace balance de sus años en Vigo
25 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Los rizos que le caracterizaban en Vigo quedaron atrás, pero la pasión por el fútbol que le ha llevado a trabajar ahora en la Federación Noruega y los buenos recuerdos de su etapa en el Celta siguen intactos. Dan Eggen (Oslo, 1970) llegó a Vigo a finales de los 90 desde el mismo equipo desde el que lo harían más tarde Krohn-Dehli y Hjulsager y por el que también pasó Wass. Una conexión nórdica que agrada a un excéltico que recuerda con cariño una etapa no muy larga pero sí fructífera para él tanto en lo profesional como en lo personal.
-¿Cómo recuerda el momento en que supo que el Celta estaba interesado en usted?
-Con sorpresa, fue muy inesperado. Jugaba en el Brondby, en Dinamarca, y tenía pretensiones de ir a una liga mejor, pero la liga inglesa era lo más habitual en ese momento para los jugadores nórdicos. Son situaciones en las que se dan rumores y también los había sobre mí, pero de repente llegó la oferta del Celta a través de mi representante. Del equipo conocía el nombre y poco más, no sabía dónde estaban situados geográficamente Vigo ni Galicia. Conocía la Liga española, pero no demasiado a fondo.
-¿Qué le convenció para dar el paso?
-La impresión fue muy buena: la seriedad del club, el orden... Pronto vino Horacio Gómez a Dinamarca y para mí eso fue importante. Luego siempre hay complicaciones, momentos de caos en los que parece que no se ponen de acuerdo las partes. Fue un poco así, pero se concretó el fichaje a tiempo. En cuanto a mí, no había mucho que pensar, era una aventura a la que te lanzas sin saber muy bien lo que te espera, pero algo que sabes que tienes que hacer.
«En cuanto llegué supe que venía a un buen sitio»
-¿Cómo recuerda los inicios?
-Me acuerdo mucho del viaje. Llegué a Madrid en el verano del 97, a 40 grados, con la tierra alrededor de la ciudad roja, un calor inmenso. Y luego el vuelo a Vigo y todo verde, el mar, frescura en el tiempo... Me impresionó la diferencia entre Galicia y el resto de España. Tenía una imagen de lo que era el país muy diferente, pero la primera impresión fue muy buena. Dije: «Este es un buen sitio».
-Era su primera vez tan lejos de su país.
-Sí, pero no era tan joven como otros jugadores cuando dan ese paso. Tenía 27 años y había jugado seis temporadas como profesional en Dinamarca. Era un cambio grande porque los países nórdicos están varios niveles por debajo de España en prestigio y nivel económico. Si juegas en España, has llegado mucho más alto en tu carrera. Entonces para mí era ya el momento de dar ese paso al fútbol moderno de élite mundial.
-¿Cómo fue la adaptación?
-Me acuerdo mucho del contacto con Atilano, nos entendimos rápido. Yo no hablaba ni una palabra y me llevé mi diccionario pequeñito para traducir lo básico, palabra por palabra lo que surgía. ¡No era todavía época de móvil, ipad ni cosas así! Al poco de llegar me iba con la selección y tenía que comunicarlo a Irureta, Atilano me deletreó todo para que se lo pudiera decir. El idioma me dejó muchas anécdotas.
-¿Cuál es su resumen de las dos temporadas que pasó en el Celta?
-Fue una aventura donde todo era nuevo, aprendí muchísimo y me encantó la experiencia también en lo personal, fuera del campo. Me atrapó la cultura, la gente, la ciudad. Me encantaron Galicia, Vigo y el Celta a todos los niveles.
«Me encontré un fútbol diferente y me costó, pero me hizo crecer como jugador»
-¿Y en lo futbolísitco?
-Me encontré un fútbol diferente, muy rápido. Éramos quince extranjeros en un equipo en el que había mucha variedad y calidad, un nivel muy elevado y muchas cosas nuevas para mí, referencias que no tenía de antes. La manera en que dirigía un grupo Javier Irureta, y luego Víctor Fernández, no tenía nada que ver con mis experiencias de Dinamarca y Noruega y me marcó mucho experimentar cómo preparaban los entrenamientos y los partidos. Al principio me costó, pero a la vez fue muy interesante y me hizo crecer como futbolista.
-¿Esperaba la clasificación europea en su primer año (1997/1998)?
-Cuando llegué no sabía qué esperar, si podíamos estar arriba o abajo, solo que éramos un club de Primera y que teníamos una base de jugadores muy buena. Claro que el año anterior habían estado muy abajo y en mi año estuvimos arriba a base de jugar mejor que todos los equipos que visitaron Balaídos. Es cierto que luego teníamos problemas fuera a veces, pero desde el principio estuvimos en la zona alta. Me acuerdo mucho del partido del Mérida que nos daba la clasificación para la UEFA. Balaídos se puso de fiesta, solo me vienen a la cabeza sensaciones buenas, optimistas, de que lo íbamos a lograr. Nos empujaban hacia arriba.
-Su segundo año fue el de las gestas frente a Aston Villa y Liverpool, pero más complicado en lo personal.
-Sí, vinieron otros jugadores y otro entrenador, la idea cambió un poco y pasé de considerarme un fijo la temporada anterior, cuando ya me había asentado, a lo contrario. Aunque jugaba partidos, y creo que a buen nivel, ya no contaba tanto y eso hizo que me resultara más duro. De todas maneras poder jugar la UEFA fue un paso importante para el club y una satisfacción para todos.
«El verdadero referente era Mazinho, un número uno en todo»
-¿Cuáles son los mejores jugadores con los que compartió vestuario en Vigo?
-Hay muchos, pero para mí el verdadero referente era Mazinho, por su experiencia, sus méritos y la persona que es, un número uno en todo. Luego, por supuesto, Mostovoi, Karpin, Míchel Salgado o Makelele que llegó el segundo año. Es una pena nombrar solo a algunos. Me vienen a la cabeza Patxi Salinas, Goran Djorovic que jugaba conmigo en el mismo puesto, Óscar Vales… Fue fantástico jugar con todos ellos. También Cadete, que llegamos juntos y tuve mucha relación con él, así que fue importante para mí en el plano personal, porque estábamos en situaciones parecidas aunque llegados de países diferentes.
-¿Cuál es su mejor recuerdo en Vigo?
-Se podrían nombrar muchos partidos de buen juego o resultado, pero soy más de períodos. Me quedo con el hecho de entrenar diariamente, el ambiente en el equipo, la ilusión de que llegara cada fin de semana. Destacaría el proceso, el día a día, lo diferente que era disfrutarlo en España con una atención al futbolista a la que yo no estaba acostumbrado. Después claro que eran grandes momentos llegar al Bernabéu o al Camp Nou y tener buenos resultados, o lograr la UEFA en ese partido contra el Mérida que recuerdo tanto.
-¿Y qué momentos negativos le marcaron?
-Los partidos donde no nos salían las cosas, y la dificultad para mí de hacerme un hueco en el segundo año. Incluso alguna vez no fui convocado y se hacía duro, pero hay que vivirlo y aprender de ello, a la mayoría de los profesionales les pasa en algún momento de sus carreras. Fue un aprendizaje importante. Y luego la lesión del primer año, que me operaron de menisco, pero no fue grave.
«Me fui porque pensaba que tenía calidad para ser titular en un equipo de Primera»
-¿Cómo fue su adiós al Celta?
-Fue una decisión que tomé porque pensaba que tenía calidad para jugar en un equipo de Primera y tenía la sensación de que ya no contaban conmigo, que no formaba parte del once óptimo para Víctor Fernández. Entonces llegó la posibilidad del Alavés y tenía que pensar en lo mejor para mi carrera. Estaba triste de marchar por lo a gusto que me había sentido y lo que me había dado el Celta, pero me pareció la mejor decisión.
-Actualmente, ¿sigue al equipo?
-Sí, estoy muy pendiente de la clasificación y aquí en Noruega se pueden ver los partidos españoles, pero tengo que admitir que hay tanto fútbol hoy en día que no puedo ver todos los partidos ni mucho menos. Siempre me gusta estar al día de lo que está pasando con el Celta, eso sí.
-En los últimos años han llegado varios jugadores con pasado en el Brondby (Krohn-Dehli, Wass, Hjulsager) como usted en su momento.
-Sí, y también Guidetti y Pione llegaron al Celta desde la parte de Europa de la que procedo. No los conozco personalmente, pero me gusta que se mantengan esa especie de tradición de la conexión nórdica con el Celta.
-¿Regresa a Vigo alguna vez?
-Sí, he vuelto mucho. Me casé con una chica de Vigo, tenemos dos niños y volvemos de vacaciones. Mis hijos son medio noruegos y medio españoles, hay muchas conexiones. ¡Y también son celtistas! Hemos ido a ver partidos juntos.
-Así que el Celta le marcó en lo personal.
-Sí, por supuesto. Mi punto de vista es que todo está conectado. No se puede hablar de un jugador y solo de la parte futbolística dejando aparte la otra. Lo de alrededor va unido y en mi caso fue así.
-¿Cómo es ahora la vida profesional de Eggen?
-Acabé de jugar y me puse a entrenar equipos femeninos y de segundo o tercer nivel en Noruega. Ahora en la Federación ocupo un puesto donde soy el encargado de la formación de los entrenadores: las licencias, los cursos, su preparación… La planificación de todo eso corresponde a mi oficina.
«Las diferencias entre el fútbol nórdico y el español han aumentado desde mi época de jugador»
-¿Es muy diferente la gestión del fútbol en su país y en España?
-Sí, creo que desde mi época de jugador las diferencias han aumentado. Pese a que todo es más global, las distancias en el plano económico y de atención han crecido, de manera que España para nosotros siempre es una referencia. Estamos muy pendientes de todo lo que se mueve respecto a la táctica, las maneras de entrenar, las características de los jugadores. Los países nórdicos estamos más atrasados que si comparas con hace 30 años.
-¿Qué hay de cierto en que ejerce de manager de una banda de rock?
-(Risas) Me encanta la música y el rock, ahora y en mis días de futbolista. Cuando jugaba en el Celta un viejo amigo inició una discográfica, me preguntó si quería ser inversor y por supuesto que quise. Mi papel allí era y es el de dueño en parte, de invertir una cantidad de dinero no muy grande en la compañía, y lo he mantenido. No es algo profesional para mí, ¡no sirvo para eso! Me han preguntado si es mi nuevo trabajo y hasta se lee eso por ahí, pero nunca lo fue. Solo sigo con esa faceta y voy a todos los conciertos que puedo.