Con reminiscencias del pasado reciente

X.R. Castro VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

Óscar Vázquez

El Celta volvió a mostrar la presión y el descaro de antaño

18 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El Celta recurrió a su esencia. A aquella que le permitió enmudecer el Teatro de los sueños no hace mucho. Ante el Barcelona recuperó su presión alta, sus partidos locos de ida y vuelta convertidos en delicia para un espectador de Albacete (sin ofender). Hasta por momentos el marcaje individual que marcó el trienio del Toto parecía estar sobre el tapete. Por una vez, volvió a ser el equipo divertido y fiable que el celtismo reconocía como propio.

Quizás porque la clasificación apremia y ya casi no había nada que perder, el equipo se desmelenó. Unzué implantó una especie de anarquía organizada. Con Wass actuando de falso lateral, porque en el primer tiempo abandonó su posición a las primeras de cambio. Con Roncaglia saliendo de la línea defensiva para presionar en medio campo. Con Jozabed intentando hacer do Tucu Hernández y con Brais apareciendo de chico para todo. Para ayudar y para jugar. Hasta Pione Sisto dio un paso al frente en su cuesta abajo para parecerse al de principios de temporada.

Entre todos consiguieron quitarle el balón al Barça, sin Messi pero con Coutinho. Cada vez que los vigueses saltaban las líneas de presión Valverde tiritaba en el banquillo y solo Ter Stegen le daba sosiego al extremeño que jugó en el Athletic.

Al plan del Celta solo le faltó el acierto de otras tardes. Maxi Gómez lo intentó, pero parece que se ha quedado sin pólvora, y a Jozabed y Boyé se les hizo la noche cuando lo tenían todo a favor para vivir su particular día de gloria. Especialmente significativa fue la titularidad del sevillano, inédito desde el partido ante el Girona.