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Los empates y las sensaciones ante Barça y Valencia bendicen el cambio de sistema del Celta hacia el 3-5-2
23 abr 2018 . Actualizado a las 13:16 h.Diez meses después, Juan Carlos Unzué parece haber dado con la tecla. El problema es que probablemente lo ha hecho demasiado tarde. Con el telón liguero próximo a bajarse y la meta europea demasiado lejos, el Celta sacó a relucir su mejor versión, la más consistente, frente a dos últimos rivales de relumbrón gracias a un cambio en el sistema de juego que parece encajar mejor con los mimbres que hay en el vestuario.
Tras meses abonados al 4-3-3 y al 4-4-2, el sistema de tres centrales, cinco centrocampistas y dos atacantes (ya sea emparejados o escalonados) ha reactivado a los célticos. Unzué lo puso en escena ante el Barcelona por necesidad, como solución a las bajas de Hugo Mallo y Tucu Hernández, y lo reeditó frente al Valencia en un duelo sin Jonny ni Iago Aspas. Y en ambas contiendas se vio a un Celta cómodo, más seguro en tareas defensivas a pesar de la peligrosidad de los rivales, y con más llegada. Lo que se presentaba como un apaño, una solución puntual, puede que haya llegado para quedarse. Aunque sea muy tarde.
El cambio en la pizarra céltica ha sido bendecido con dos empates ante rivales de enjundia. Como si se tratase de pruebas de carga mayúsculas que el equipo superó con nota en dos escenarios diferentes. Frente al Barcelona el Celta no dispuso de la posesión (47,9 %) y ante el Valencia dominó el esférico un 60 % del tiempo. Es decir, el sistema y sus ejecutores respondieron en dos circunstancias diferentes y ofreciendo una imagen de equipo reconocible. Un aspecto que se había echado en falta durante la mayor parte de la temporada.
¿Por qué está cómodo el equipo con el cambio de sistema? Porque se siente más arropado. Acumular hombres en la línea medular dota al equipo de más seguridad y equilibrio tanto hacia delante como hacia atrás. A pesar de que son los tres centrales los que soportan la mayor parte de la carga defensiva, cuando el rival avanza, los dos carrileros -Mallo y Sisto ante el Valencia- retrasan su posición, por lo que se crea un dique de cinco futbolistas que permite tapar más huecos y estar más rápido en las ayudas.
En el centro del campo jugar también con esos cinco centrocampistas ayuda a la hora de equilibrar y avanzar. Lobotka está más respaldado, por lo que no tiene que arriesgar tanto para buscar soluciones y derribar líneas. Además, el Celta parte de la ventaja de que tiene un vestuario con un buen puñado de centrocampistas de buen pie capaces de encontrar pases y huecos, pero al tiempo sus bandas están muy rodadas en cuestiones ofensivas. Mallo se siente cómodo subiendo junto a la línea de cal y sacando centros, y para Sisto es su posición natural.
Contra el Barça y el Valencia se comprobó que el cambio de sistema permite llegar con más hombres al área rival, con lo que eso repercute en jugadores como Daniel Wass o Brais Méndez, que en las dos últimas contiendas, además de construir y generar peligro, remataron con mucha claridad.
El nuevo ideario, que sigue el camino abierto por Setién en el Betis, permite dar cabida a todos los jugones célticos, ya que Aspas puede actuar emparejado con Maxi, pero también como mediapunta. Los empates contra el virtual campeón de liga y el Valencia con regusto a Champions fueron una prueba de fuego que el Celta superó con nota. El giro parece llegar para quedarse.