
Sufrió con el sistema de cinco defensas del arranque y se repuso con la entrada de Pione en la segunda mitad
27 sep 2018 . Actualizado a las 15:26 h.Antonio Mohamed cree en la acumulación. En Mestalla comenzó acumulando defensas y acabó acumulando atacantes. Lo primero no funcionó, y lo segundo sí dio resultado, aunque más por el cambio de modelo que por amontonar futbolistas. Entre medias, un primer acto en el que el Celta no se reconocía ni a sí mismo, y un segundo en el que, con un sistema y unos protagonistas más lógicos, el equipo carburó, encontró su identidad, y puntuó.
El once
Lobotka parte de extremo. Mohamed dio un giro al once de Mestalla, retomó la defensa de cinco centrales con Roncaglia, Cabral y Araujo en medio, con Mallo por la derecha y con Juncá en la izquierda. Pero fue en el centro del campo donde sorprendió. Apostó directamente por un 1-5-3-2 con Fran Beltrán y Okay Yokuslo más retrasados y con Lobotka adelantado. El eslovaco acabó ejerciendo durante la primera mitad casi como extremo izquierdo, pero se le vio especialmente incómodo. Maxi y Iago Aspas formaron la dupla de ataque.
La laguna
El problema del primer acto. El Celta se vio sobrepasado en los 45 minutos iniciales. Primero, porque los de Marcelino salieron con una intensidad apabullante que se traducía en una presión altísima que no permitía a los celestes salir con el balón limpiamente. Luego, porque el equipo ché apostó por la velocidad. Se hacía con el balón y lanzaba rápidos y letales contraataques que sacaban los colores a los célticos. Y luego, porque la sala de máquinas viguesa estaba totalmente perdida, sin capacidad para crear ni derribar.
La solución
El cambio táctico. La superioridad del Valencia obligó a Mohamed a remozar su once tras el descanso y apostó por un equipo y un sistema más lógico, un punto más clásico. Pasó a un 4-4-2 con Beltrán, Lobotka, Mallo y Pione Sisto en la segunda línea, y dejó los dos delanteros arriba. Ese giro permitió al Celta abrir más el campo, sobre todo con un Pione muy activo e incómodo para el rival en la línea de tres cuartos. Los centrocampistas, con posiciones en las que se encuentran más cómodos, tuvieron mayor capacidad para recuperar balones y mayor seguridad a la hora de generar fútbol, lo que permitió al equipo del Turco someter al rival y a acercarse a la portería. Fue un Celta más reconocible. Al final, tras el gol, retomaron la defensa de cinco con la entrada de Júnior, aunque no ganaron en seguridad.
La actitud
Los nervios pesan. Tras los resbalones con el Girona y el Valladolid, el Celta sentía en la nuca que era el momento de recuperar las buenas sensaciones. Quizás esto, sumado a las dudas que le generaba su propio sistema, al arranque agobiante del rival y a su tempranero gol, hizo que los de Mohamed se mostrasen sobrepasados, precipitados e imprecisos durante muchas fases del partido. El peaje que esto conllevaba era ofensivo y defensivo. Suponía perder balones peligrosos, y al tiempo dejar escapar oportunidades propias de generar ataques con sentido. Un problema mayúsculo que se subsanó en buena medida con el cambio de sistema. Los célticos se encontraron más arropados y seguros. Necesitan creación.