¿Y si Valverde sienta a Messi en un momento de apuro?

GRADA DE RÍO

Alberto Estévez

09 oct 2018 . Actualizado a las 16:34 h.

Sentado ante un periodista, con el polo de la selección brasileña, Filipe Luis recibió la pregunta sobre los nominados al FIFA Best Player. Sin ejercer de compatriota o compañero de vestuario, con la propaganda que ello conlleva, el lateral ni siquiera elevó la voz: «El mejor es Messi. Hoy, el año pasado, hace dos... en el momento en el que el premio no es para él, con todo lo que hace, pierde credibilidad». Y se fue sin tener la sensación de haber devuelto ningún favor a quien no estaba ni nominado.

Salvando las distancias, que son todas, y los paralelismos, que tampoco hacen falta, el Celta, un equipo que nada en la plaza trece de posibilidades salariales, tiene a su propio Messi. Sustituirlo con el resultado en contra es, validando la metáfora, como si Valverde decide mandar a Leo al banco en un momento de apuro. Iago cerró la liga pasada como el mejor goleador español y mantiene el cartel, con cinco tras ocho jornadas. Eso, sin contar lo que asiste y lo que hace jugar. O quizá ahí resida el secreto de su relevo. Jugar en este Celta empieza a estar sobrevalorado.

El ejército del Turco sale a los partidos sin más guion que el de contener al rival de turno y confiando en volarlo de alguna pedrada. Ni juega por dentro, ni juega por fuera. Ni presiona alto, ni apuesta por la posesión, ni espera para coser con un manual a la contra. En Sevilla, Mohamed volvió a sacrificar el centro del campo y dejó en evidencia las limitaciones de Eckert para sacar algo de provecho en los bombardeos. Cuando llamó a Boufal -al que sigue regateando minutos- Mohamed consideró que ya bastaba de Aspas. Sin contemplar intocables, ni confundirse al creer que su actuación estaba siendo excelsa, despreciar a tu futbolista de más talento sin más condicionante que el táctico provoca aquello que concluyó Filipe Luis: si el mejor no está, pierdes credibilidad.

En una situación similar, Paco Herrera retiró a Iago del césped del Coliseum una tarde de febrero en el año del aterrizaje del equipo en Primera División. Con media hora por delante y un 3-1 en contra, le dio su plaza a Santi Mina. Aspas pateó un balón contra la valla antes de sentarse en el banquillo. El marcador ya no se movió. Y no hace falta que recordemos cómo acabó el cuento.