Mouriño lleva 14 años en el cargo de presidente del Celta y el próximo inquilino del banquillo será su décimo séptimo entrenador. De los 16 predecesores, solo cinco terminaron el contrato (Alejandro Menéndez, Eusebio Sacristán, Luis Enrique, el Toto Berizzo y Unzué) y los once restantes fueron cesados. Semejante estadística invita a pensar que después de repetir tantas veces el mismo camino del cese de un entrenador es mejor cambiar de senda y mirar si hay algo más que va mal en la nave celeste.
Porque el proceso de involución da un paso más cada año. En el Celta primero se puso de moda cortar cabezas en noviembre (van tres seguidas), después renovar al técnico que salvó al equipo para cesarlo después (Escribá, Abel Resino y Óscar) y ahora se redobla la apuesta prescindiendo de un entrenador tras nueve partidos, algo que solo había sucedido con Stoichkov en Segunda.
Antes de activar el botón de la trituradora, no estaría de más que la cúpula del Celta se diese un paseo por el modelo Real Sociedad, tan parecido en su día y ahora en dos mundos diferentes. Allí, superada la locura de David Moyes, apostaron por la serenidad con Eusebio, Jagoba e Imanol. Entre los tres impulsaron Zubieta y al inmenso talento de su cantera le unieron peloteros de calidad como Portu o David Silva.
Esa senda no se ha seguido en los últimos años en el Celta, en donde la apuesta por la cantera ha sido la cortina para una cuesta abajo sin frenos en lo deportivo. Repleta de temporadas agónicas y huérfana de un solo éxito deportivo que darle al celtismo. Quizás porque el conflicto de Balaídos y el cuestionado proyecto de la ciudad deportiva y centro comercial en Mos absorben la mayor parte del tiempo.
La elección de los entrenadores es otro asunto a analizar. Marcelino y Coudet representan dos modelos muy distintos, una clara muestra que no existe una filosofía definida, algo que nadie ponía en duda hasta el adiós de Berizzo. Por eso, después de tres años dando bandazos, no vendría mal un poco de análisis interno, un mucho de autocrítica y un todo de resetear para reconstruir el Celta del futuro. Lo del nuevo entrenador puede ser un parche, que como sucedió en los dos años anteriores, puede obtener un éxito agónico, pero el problema del club es mucho más profundo. De lo contrario, habrá más tropezones en la misma piedra y siempre pagarán los mismos.