Al espectador neutral lo sacaron en camilla

GRADA DE RÍO

Román Ríos

19 abr 2021 . Actualizado a las 00:07 h.

Coudet reventó el cuadernillo de Cervera en la ida y este se tomó buena revancha a la vuelta. Amontonó a un escuadrón de diez tipos en la órbita del área, celebrando despejes, y fue suficiente para que un Celta sin un gramo de chispa fuese incapaz de encontrar un espacio del que sacar provecho. El mismo equipo que hace seis días se batió en un duelo frenético de ida y vuelta con el Sevilla se vio girando sobre sí mismo como una peonza con la pelota en el pie. Cuando Tapia se cansaba de la circulación en parabrisas, la rompía a donde cayese con un gesto de «venga, ya está bien de marearse». Y vuelta a empezar.

Si el fútbol fuera solo estadística, el Celta hubiese ganado cómodamente. Dio unos 700 pases, por menos de 300 de su rival. Triplicó la posesión, duplicó los saques de esquina. Pero, como de lo que va esto es de meter la pelotita entre tres palos, al final el resumen se queda en un par de intentos por filas. Uno hizo todo el desgaste para un deporte alternativo a este y al otro se le hizo pequeño el autobús. Dos vertientes para el mismo resultado, aunque una al menos es proactiva.

Entre cabezada y cabezada, Hugo Mallo celebró un gol durante un segundo y pico. Igual, viendo el panorama, hubiese bastado. Pero el arbitraje ha entrado con esto de los fueras de juego en una especie de cruzada por el milímetro y las líneas de colores ante la que no nos queda otra que presumir su buena fe. Uno ve la repetición y ve a Hugo en línea con Malbasic. En línea, era gol. En caso de duda, porque el fuera de juego no es claro, se daba ventaja al atacante por el bien del espectáculo y era gol. Pero ya no. Ahora unos señores cogen un cartabón virtual y se tiran dos minutos uniendo puntos de la nariz, la bota, o el meñique hasta dilucidar si aquello vale o no vale, con un margen de error que tampoco está claro cuál es. Te pintan unas rayas que te dejan con la misma cara de bobo que antes y ya está. A comulgar.

Y, claro, si el Cádiz no estaba por jugar, el Celta no sabía cómo y el VAR se la coge con papel de fumar en la única que hay, solo podía acabar la cosa en nada de nada. Fontán volvió a jugar un rato y estuvo bien, quizá para retratar a los que acaban disparando al pianista. Sacamos pecho de lo de casa pero al primer revés lo escondemos debajo de la alfombra.

Al único espectador neutral, ese al que se alude cuando acaba viendo un Cádiz-Celta por amor al arte, lo sacaron en camilla muchos minutos antes de que el partido terminase. Pensaron que se había colocado con una sobredosis de somníferos.