En las leyes escritas del fútbol hay cosas difíciles de entender. Si un jugador internacional está lesionado en una fecha FIFA, lo racional sería que se quedase aprovechando el tiempo para recuperarse en la disciplina de su equipo, y no que viajase al encuentro de su selección, ahorrándose un puñado de miles de kilómetros. Y menos, que entrenase o jugase, para empeorar la lesión.
Todos sabemos de la querencia de los jugadores por vestir la camiseta de su selección, y Renato Tapia no es la excepción, pero en este caso la culpa no es del jugador, sino de quien da prioridad a que un futbolista tenga que viajar lesionado en vez de acelerar plazos con dos semanas de tranquilidad en sus clubes. Es de sentido común, máxime si el jugador en cuestión (como es el caso) no tuvo ni un día da vacaciones por unir liga, selección y liga, con la correspondiente fatiga muscular.
Ahora existe el riesgo de que el Celta pueda perder a uno de sus hombres de referencia durante un tiempo y mientras tanto tendrá que pagar religiosamente. Y quién sabe si la puesta a punto del mediocentro coincidirá en el tiempo con la ventana de noviembre. Entonces, quizás se repetirá la historia y vuelta a empezar. ¿Lo de plantarse los clubes no iba en serio?
