Juan, el gran referente de Xisela

GRADA DE RÍO

XOAN CARLOS GIL

La heptacampeona de España de squash y actual futbolista del Tenerife heredó su pasión por el fútbol de su abuelo, abonado número 7 del Celta a sus 97 años

07 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El Celta le lleva un año de vida de ventaja a su abonado número 7, Juan Aranda —nacido en 1924—, un apasionado del club vigués que transmitió esos sentimientos a su familia. Y entre esa esos celtistas que han heredado su cariño por la entidad está Xisela Aranda. El nombre de la viguesa estará siempre ligado al squash; no en vano, fue siete veces campeona de España e internacional con la selección española de esta disciplina. Pero hace tres años, se pasó al fútbol, deporte que practica defendiendo la camiseta del Tenerife.

Xisela proclama que Juan es uno de sus «gurús», de sus grandes guías y referentes. Lo ha sido por su manera de ser y de afrontar la vida, por las múltiples enseñanzas que le ha trasladado a lo largo de los años que han compartido. «El fútbol, que siempre fue importante para él, en algún momento lo iba a ser también para mí», dice en lo que se refiere a su faceta de deportista. Porque aficionada lo ha sido también desde niña. Y ahora siente que comparten incluso más.

Juan, que recuerda que cuando su nieta jugaba al squash, «palizaba a todos», presume ahora de los tantos que anota con el conjunto insular. «Es goleadora. Estuvo lesionada por una patada que le dieron y reapareció con tres goles. Me llama siempre y me cuenta», explica con entusiasmo. Ella tiene la espina de que la distancia no le permite verla jugar en directo. «Lo tenemos pendiente. Me ha visto jugar al squash, pero no vestida de futbolista. Nos falta eso», comenta.

Lo que no impiden los kilómetros que les separan es que siga recibiendo sus consejos. «Siempre me está apoyando y se interesa por todo. Con él he hablado siempre de fútbol y ahora puedo hacerlo desde dentro. Es un placer», señala Xisela, que recuerda la ilusión que le hizo a Juan saber que se pasaba al balón. «Él sabía que ya llevaba tiempo alejada del squash y me animó mucho cuando le conté que me habían cogido para el Tenerife. Me dijo que para adelante».

El gusto de Xisela por el fútbol se lo debe a su abuelo y a su progenitor. «Aunque me decanté por la raqueta, jugaba mucho con mi padre y veía la importancia que tenía para mi abuelo. Me gustaba verlo con los dos», relata. Siempre ha tenido presente la antigüedad de su abuelo como abonado del Celta, desde los años 40, cuando tenía 17. «Como celtista es totalmente objetivo, pero apoya siempre y lo hace desde el respeto al equipo y a los rivales. Me inculcó siempre ese respeto y ese cariño», recalca ella.

Los dos recuerdan haber vivido partidos juntos en Balaídos años atrás, aunque ahora ninguno de los dos acude. Ella, por residir en Tenerife, y él, por las dificultades de acceso al estadio dados sus problemas de movilidad. «La última temporada antes del covid fui a dos, pero tal y como estoy ahora es complicado, ya no responden las piernas», asume al tiempo que presume de que la cabeza la tiene perfecta. «No sé el secreto. Cumplí 97 en octubre y a ver cuánto duramos», comenta con naturalidad.

«No es amor de nieta»

Xisela ve en su abuelo a una persona «con la que da gusto estar, con la que puedes hacer de todo: irte a pasear, estar en su casa tranquilamente, tomar un café o un vino… Nunca le verás una mala cara o una mala contestación a nadie». Siempre ha procurado tomar nota de su «buena actitud independientemente de cómo esté el entorno», una manera de afrontar las circunstancias de la que ella se ha empapado para el deporte y para la vida. «No es amor de nieta, lo puede decir cualquiera que le conozca. Es todo un ejemplo», dice.

«Los niños nos colábamos saltando el muro»

Juan Aranda Almeida recuerda que, antes de hacerse socio a los 17 años, era uno de esos chavales que se colaban «saltando el muro que había en general», una práctica muy habitual en aquella época entre los más pequeños. Incluso rememora que llegaron a «romper los cristales que ponían» para evitar que saltaran. Siguió siendo socio mientras hacía la mili en A Coruña y, durante años, su jefe en la zapatería donde trabajó le pagaba el carné hasta su fallecimiento. Nunca se planteó no renovar.

Xisela recuerda cómo su abuela solía decir, en referencia a años posteriores a la etapa en la que el carné era obsequio de sus superior, que «para el Celta siempre había dinero» incluso en etapas en las que la familia no estaba muy boyante. Ella, fallecida hace unos meses, también les contaba con resignación pero tomándoselo con humor cómo a Juan el nacimiento de uno de sus hijos le pilló en Balaídos.

El abonado número siete habla con especial admiración de Nolete, así como de Pahiño, Mostovoi y Iago Aspas, por el que también siente debilidad. Recuerda con nitidez la final de Copa de 1948 y admite que cuando era más joven, lloró más de una vez en momentos críticos del equipo. «Ahora, ya no. Son muchos años y hay que aguantarse», señala como enseñanza aprendida tras una vida de sufrimiento celtista.

Lo de verlo por la televisión no le hace mucha gracia, porque lo pasa peor que en el campo con los nervios. Pero en el último del 2021 se llevó una alegría: «Lo puse a ver cómo estaba, vi que iba ganando y lo dejé». Ahora, a las alegrías futbolísticas del Celta se suman las del Tenerife de su Xisela, uno de sus grandes orgullos