194 años y toneladas de celtismo

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

Oscar Vázquez

Julián, de 100 años, y su hermano Mario, de 94, son los abonados 2 y 16 del Celta

08 abr 2022 . Actualizado a las 21:12 h.

Suman 194 años y toneladas de celtismo. Julián y Mario Mouriño Trigo son hermanos y portan en sus bolsillos los carnés número 2 y número 16 de abonados del Celta, respectivamente. El mayor acaba de cumplir 100 años y, al día siguiente, sopló 94 velas el cuarto de los siete hermanos que fueron y de los que viven seis. Una familia de celtistas, unos en mayor medida y otros en menor, en la que ellos dos son los máximos exponentes.

Siguen yendo a Balaídos —una vez pasada la pandemia— acompañados por los nietos de Julián, a los que él paga el carné y a los que hizo abonados al hacer, en los 80. A él le introdujo en el mundo del fútbol su padre, de nombre también Julián, y él hizo lo propio con Roi y Xián —que continúa la tradición del nombre, pero en gallego—. «Mi padre había jugado de manera aficionada con algunos jugadores del Celta. Cuando se iba los domingos y al preguntarle a dónde me decía que al fútbol, me entró la curiosidad», relata. Él accedió a llevarle: «Dijo: ‘A ver si te gusta'. Y hasta hoy».

Más tarde, y también para el resto de sus días —asegura—, se incorporó Mario. Los dos siguieron yendo con su progenitor después de casados y, con el paso del tiempo, con sus hijos y nietos — «antes ellos llevaban a los niños y ahora es al revés», precisa María Isabel, hija de Julián—. Ellos han perdido la cuenta de las temporadas que yendo juntos a Río. Julián se hizo socio en 1939, pero iba desde mucho antes, pues los asientos no estaban numerados y los niños entraban gratis. «Sería un poco mayor que él cuando empecé, pero el celtismo es algo que se viene hacia uno y ya no lo puedes dejar. Nunca he pensado en abandonar el buque», subraya mientras Julián asiente.

El menor de ambos presume de que el paso del tiempo no ha hecho mella en su pasión por el club. A la pregunta de qué significa para él el Celta, Mario responde: «Yo sé qué es un deporte, pero para mí es algo más. Es algo que va unido a Vigo, a mi ciudad, a mi familia», señala. Para él es algo irrenunciable y habla en primera persona del plural incluyendo a su hermano para argumentarlo: «Pasa el tiempo y nosotros continuamos sintiendo y gritando el ‘hala Celta'. Pase lo que pase, nuestro Celtiña es nuestro Celtiña y de ahí no nos apeamos».

Para Julián, en palabras de María Isabel, el Celta es «el hijo que no tuvo», ya que es padre de tres mujeres a las que el fútbol no les ha llamado demasiado la atención. «El cariño inmenso que le tienen los dos al club es inimaginable desde fuera. Cuando éramos pequeñas, el fin de semana iba en función del Celta. Nosotras estábamos pendientes del resultado porque sabíamos cómo le afectaba a él», recuerda. Durante años, la esposa de Julián le acompañaba, hasta que «tuvo un problema con un portero» del estadio y no quiso renovar. A cambio, él hizo abonados a sus nietos.

Entre ellos, no siempre están de acuerdo. «Tenemos nuestras discrepancias, pero los dos somos igual de incondicionales», dice Mario. Y Julián recuerda la cantidad de viajes que hicieron juntos, incluido el de la final de Copa del 2001. Pero sus memorias van mucho más lejos. En el caso de Julián, además de lo que ha vivido y recuerda de manera prodigiosa, ha investigado la historia del Celta y la sabe al dedillo, ya desde el Vigo y el Fortuna. Cuando Mario se pone a recitar una alineación que empieza por el húngaro Alberty —también recuerda su nacionalidad— y le falta un nombre, Julián acude al rescate con una seguridad pasmosa.

Sienten admiración por Iago Aspas, pero tienen dudas entre él y Hermidita como mejor jugador de la historia celeste. «Me encantaba por la cantidad de goles que metía, casi nunca fallaba. Era el artillero mayor», señala Mario. Julián lo corrobora y añade: «Y con una figura diminuta, más que Iago». Pero defienden que todos tienen su sitio en una historia de la que también ellos son testigos y forman parte. Hasta el fin de sus días.

«Lo que significa el Celta para ellos es difícil de explicar»

Xián Seoage Mouriño es uno de los nietos de Julián, tiene casi 40 años y es socio desde 1992... porque así lo decidió su abuelo. «A mí seguramente no me habría gustado el fútbol si no me lo llega a haber metido mi abuelo en el cuerpo. Lo que significa el Celta para él a nivel de sentimiento, como para Mario, es difícil de explicar con palabras», comenta.

Admite que cada temporada tiene una «pelea» con él para que deje de pagarle el abono. «Intentamos convencerle de que es un dinero que se podría invertir en otra cosa, pero no quiere. Hasta nos hizo accionistas con el mínimo para poder ir a las juntas», revela Xián, cuyo orgullo por su abuelo es seguramente comparable a la pasión que Julián siente por el Celta. Él fue quien contactó con el club para que le dieran una sorpresa por su centenario.

Recuerda sus viajes juntos, en especial el de la Copa del 2001, y como de llevarles los mayores a los niños al estadio, se dio la «situación peculiar» de que la tortilla se diera la vuelta cuando dejaron de conducir. «El otro día fuimos al Madrid y disfrutó mucho. Es una pasión».

Oscar Vázquez