Los penaltis parados el guardameta de O Barco permitieron avanzar al Celta Juvenil en la Copa de Campeones; hoy se mide al Barça
01 jun 2022 . Actualizado a las 11:27 h.César Fernández (O Barco, 2004) se convirtió en el héroe del pase del Celta a la semifinal de la Copa de Campeones Juvenil que disputa frente al Barça esta tarde (18.30 horas). El pasado domingo, frente al Atlético de Madrid, detuvo dos lanzamientos en la tanda de penaltis que fueron determinantes para prolongar la participación del equipo de Claudio Giráldez en el torneo. No es flor de un día. Internacional con las categorías inferiores de la selección española, ya sabe lo que es entrenar con el primer equipo e incluso ir citado como tercer portero. Y le queda un año más de juvenil.
Su actual entrenador explica sobre lo ocurrido en los lanzamientos desde los once metros de los cuartos de final que «estaba estudiado, pero es mérito de él. Es algo que se le da bien». Detalla que tenían cortes del rival en una tanda en Youth League y de algún partido de Liga. «El entrenador de porteros, Diego Tuñas, se los mostró de nuevo justo antes de la tanda. Luego es intuición del jugador», comenta.
Jorge Cuesta, que le entrenó el curso pasado al completo y ya contó con él en juveniles siendo cadete, no recuerda haberle visto parar penaltis —ni les señalaban muchos en contra, ni les tocó ninguna tanda—, pero tampoco le sorprende que marcara diferencias. «Por arriba se maneja bien, es valiente, tiene un buen timing para saltar y un buen uno contra uno. Es capaz de sacar una mano en una acción que te rematan cerca del área y de hacer paradas en el mano a mano», analiza. De todo lo anterior concluye que «es un portero que asume riesgos y da puntos». Y en este caso, también eliminatorias.
Los dos técnicos subrayan que la calma es una característica que define por completo a César. «Destaca por su tranquilidad en portería incluso en los momentos de mayor dificultad», indica Giráldez. Y añade que, a nivel específico, sobresale por encima del resto «su dominio del juego aéreo a pesar de no tener una altura desmesurada; la defensa de situaciones de uno contra uno y la comprensión del juego». En esto último también se fija Cuesta: «Entiende lo que le vas diciendo; entonces, conforme le vas pidiendo, como entiende y es capaz, ves que va mejorando», analiza. Si le tiene que poner un pero, es que a veces la tranquilidad le puede haber llevado a la relajación en momentos dados.
Fernández González llegó para quedarse desde el Calasancio de Monforte cuando era alevín de segundo año, aunque en el primer año de la categoría ya disputó sus primeros torneos como céltico. En esas primeras temporadas coincidió con él Adrián Rubio, entonces preparador de porteros de la base celeste. «Como todo chico nuevo en una cantera profesional que impone, al principio era un poco tímido, pero se adaptó rápido. Y siempre educado y alegre», recuerda.
En lo deportivo, constata que brilló desde muy pequeño -casi siempre yendo un paso por delante de su edad en cuanto a equipos y categorías-, de ahí que el Celta se fijara en él. «Es ágil, domina el juego aéreo sin ser excesivamente alto y es valiente. Pero lo que más destaco es su sobriedad. No es de palomitas ni de adornos, te resuelve las situaciones sin aspavientos», recalca. Otro punto fuerte es su profesionalidad en el trabajo diario, ahonda: «Le encanta entrenar y siempre pide más».
Esto último también viene de atrás. Lo comprobó de primera mano Luis Álvarez, técnico suyo en el Calasancio de Monforte, a donde le llevaba su padre a entrenar al no haber equipo en O Barco. «Se lo tomaba muy en serio. Tenía cosas de mayores en lo que, se refiere a su comportamiento. Colocaba a la defensa, transmitía, hacía cosas difíciles de ver a esa edad. Era disciplinado y también le iba muy bien en los estudios», recuerda. Y ya tenía la tranquilidad suficiente para «no llorar ante las adversidades como suelen hacer los niños, aunque le afectara por dentro como a todos. Era sereno y mentalmente más fuerte de lo común».
No le sorprendió que parara dos penaltis porque hay una imagen suya en relación a eso que se le ha quedado. «Después de los entrenamientos, le gustaba desafiar a los compañeros a que se los lanzasen, y también tiros desde fuera. Paraba muchos», rememora. Le gustaba quedarse al trabajo específico que organizaba el club para porteros de diferentes edades y siempre estaba dispuesto a esforzarse para mejorar.
Todos coinciden en que si sigue con la misma disciplina y le acompaña la suerte, puede ser un portero «que dé de qué hablar». Pero para eso, queda mucho: «Su proyección en el fútbol sénior vendrá marcada por su capacidad de adaptación a las categorías y seguir evolucionando», apunta Giráldez. Rubio le ve «un futuro brutal» y espera que con él siga la racha de buenos porteros de la cantera del Celta, «señal de que algo se hace bien». Para Luis, verle llegar a Primera sería su «mayor orgullo como entrenador».