La Arquitectura y el Celta

Pablo Campos Calvo-Sotelo

GRADA DE RÍO

M.MORALEJO

«La seña de identidad del  equipo vigués es extraer grandeza de lo pequeño, frente a otros que resultan pequeños en sus grandes dimensiones»

04 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El Celta de Vigo trasciende lo deportivo, un rasgo que posiblemente compartan otros clubes; pero hay virtudes que hacen de este equipo algo singular e identitario. Escribo como un celtista más, que desde niño empezó a soñar en celeste. Hace décadas, mis padres y mis hermanos veíamos a los jugadores venir al Balneario de Cuntis a tomar las aguas antes de los partidos (casi una poción mágica para ellos…). Pudimos compartir ratos de salón y comedor del hotel con las figuras de los años 60 y 70.  Vivencias infantiles que fueron asentándose como memoria afectiva para toda la vida (misteriosamente, el Celta se aloja en tu corazón sin que apenas te des cuenta). Años después, con mi mujer, Laura; mis hijos, Iván y Pablo, y mi hermano, Juan, constituimos la madrileña peña Celtábanos de Boadilla del Monte. Somos, pues, varias generaciones de celtistas en una extensa familia que hace décadas llegó a tener a un presidente del club, Ramón de Castro.

Pero el pasado es un patrimonio que debe reinventarse. Por ello, hoy quiero escribir estas líneas porque la reciente trayectoria del equipo, y su recientísimo éxito, merecen una loa especial. Me puede mi profesión para plantear un parangón entre el Celta y la buena Arquitectura. Trataré de explicarlo. Ya en la época romana, el tratadista Vitruvio enunció en su afamado trabajo De Architectura (siglo I a.C.), las virtudes que debe reflejar toda obra de calidad: utilitas, firmitas, venustas. Sirva esta tríada como hilo argumental para ensalzar hoy como se merece al Celta de Vigo.

Utilitas (funcionalidad). El equipo ha resuelto la temporada funcionando extraordinariamente bien, al haberla culminado con un resultado de «Matrícula de Honor»: regresar a Europa. Pero su eficacia no termina en los guarismos de una clasificación. El Celta es especialmente útil para que miles de seguidores con alma celtiña nos sintamos cerca unos de otros, aunque nos separen miles de kilómetros o millas marinas. Traducida al conjunto vigués, la utilitas implica cumplir ese propósito colectivo: entrar en nuestra cotidianeidad y encender una esperanza que podamos compartir todos, semana tras semana, incluso sin conocernos. La temporada recién concluida lo ha evidenciado. El Celta juega un papel como lugar común de ilusiones, hermanando a quienes estamos lejos de Galicia y hacer así más llevadera la morriña de la distancia.

Firmitas (solidez).-El equipo ha querido cimentarse en la cantera (por cierto, un término notoriamente constructivo, en una Galicia repleta de instalaciones de extracción de granito). No hay empresa humana que alcance el éxito y perdure en el tiempo sin unos sólidos cimientos. Corresponde el mérito de esta visión a los gestores del Club, a la que se han sumado con decidida entrega un elenco de jóvenes aspirantes que en la cuna de A Madroa comenzaron a pintar de azul claro sus anhelos infantiles, sus músculos y su cerebro futbolístico. Firmeza desde las raíces. Históricamente, la buena Arquitectura, aquella inteligente y sostenible, se ha nutrido de materiales locales. Desde la Antigüedad, los edificios buscaron valerse de recursos próximos, como mejores garantes de la viabilidad, solvencia y economía constructivas. «Firmitas» implica estabilidad y durabilidad. El actual Celta se ha prendido de la solapa la insignia de la «afouteza», como valor para superar las dificultades: «Disposición de quien actúa sin temor a los peligros». El equipo es capaz de ofrecernos ya una tranquilidad que vaya progresivamente ganando en robustez, para olvidar los peligros pasados y disfrutar de un futuro placentero.

Venustas (belleza) .-Hay una belleza inherente al sentimiento. Y más si ese sentimiento está desprovisto de intereses espurios. El Celta encarna la estética de la sencillez…, podría decirse. Una estética que eleva la emoción de sus seguidores a cotas análogas a las de cualquier club multimillonario. Los equipos llamados modestos pueden serlo en presupuesto e historial, es cierto; pero la intensidad de la emoción que despiertan no tiene límite, pues fundan una identidad colectiva. Decía el escritor Fernando Pessoa, del vecino territorio portugués, que «el arte consiste en hacer sentir a los demás lo que nosotros sentimos». Así interpretado, este equipo que juega luciendo la Cruz de Santiago en su camiseta ha adquirido la cualidad estética y mágica de crear Arte mediante la ilusión grupal, haciéndonos sentir y vibrar con cada partido, como si cada uno de nosotros fuera a rematar de cabeza esa jugada decisiva. «Venustas» casi poética…., como de justicia poética fue el gol de Aspas que abrió la puerta europea hace unos días. Hay que vivir el Celta con más alma que razón; posiblemente, ahí reside la clave de su trascendencia. Es imposible no emocionarse ante el espectáculo de las gaviotas sobrevolando una marea de bufandas al viento mientras suena el himno del equipo, o la Rianxeira.

La calidad de un proyecto arquitectónico no tiene por qué guardar relación con su coste o tamaño edificado. Depende de la maestría empleada en componer sus formas, resolver las texturas y cromatismos de sus planos, y trabar adecuadamente sus conexiones espaciales, conforme a la destreza del diseñador. Algo similar puede aplicarse en un equipo de fútbol, como este Celta que hoy despierta tanta ilusión grupal. Un equipo cuya seña de identidad es extraer grandeza de lo pequeño, frente a otros que resultan pequeños en sus grandes dimensiones.

En Arquitectura, crear una obra es labor necesariamente colectiva, desde el arquitecto que la concibe hasta el último albañil. Construir el Celta no es sólo tarea de directiva, cuerpo técnico o jugadores. Es una labor que nos compete a todos a quienes nos conquistó su pequeña grandeza, a todos cuantos esperamos semana a semana ese nuevo motivo para mantener viva la ilusión celeste. Ojalá sigamos construyendo el futuro del Celta de Vigo con los materiales de la ilusión, el compromiso y el orgullo que brotan a orillas de la Rías Baixas.

*Pablo Campos Calvo-Sotelo es catedrático de Arquitectura y académico Real Academia de Doctores de España