
Los excélticos Javi Labrada, Manu Fernández Baltar, Hugo Gil, Isma Rodríguez y Lucas Chans hablan de sus años compartidos con los canteranos del Celta que hoy están en Primera
11 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando se habla de la generación del 2003 en el Celta, se habla hoy en día, de cuatro nombres en el primer equipo: Hugo Álvarez, Hugo Sotelo, Damián Rodríguez y Javi Rodríguez; también de los jugadores del filial Pablo Meixús y Dela, de Tincho Conde -a punto de irse al Castellón- o de otros jugadores que también han llegado al fútbol profesional, como Miguel Rodríguez o Yago de Santiago. Junto a ellos, a lo largo de los años, jugaron muchos otros canteranos que luego tomaron otros caminos; la mayoría juegan al fútbol a otros niveles y llevan con orgullo haber formado parte de aquella camada que maravillaba desde alevines.
Uno de los que más años convivieron con los hoy célticos de Primera División es Javi Labrada, actual jugador de la UD Ourense, donde ha encontrado un sitio donde seguir disfrutando de su deporte tras hacerlo en Vigo entre sus 7 y 18 años. «Valoro mucho el tiempo que estuve en el Celta. Es crecer en el equipo de tu ciudad, de toda la vida, aprendiendo y sumando experiencias que otros niños no podrán vivir en su vida», dice considerándose «un privilegiado» por haber tenido esas oportunidades.
Fue hace dos años, cuando en principio iba a formar parte del Celta C Gran Peña, cuando en la última semana de pretemporada le trasladaron que posiblemente no iba a tener sitio y de ahí su salida. Ahora, ve a sus excompañeros «con muchísimo orgullo de haber podido jugar y compartir tanto con ellos». «Fui a comer a casa de Sote de pequeños mil veces, aparte de conocer al padre de Damián, el de Tincho, la madre y el tío de Sote, los padres de Huguito… Formamos un grupo sano y bueno», ahonda. «Te hace sentir especial haber vivido tanto con gente que hoy está en la mejor liga del mundo», observa.
A la pregunta de qué tenía esa generación, se fija en «un vínculo personal muy bueno que se fue formando entre todos y que se transmitía en el campo, sin malos rollos», apoyándose unos a otros con independencia de quiénes jugaran. Sin olvidar «el talento individual de cada uno, claro». «Se puede trabajar, pero muchos ya lo tenían desde pequeños, los veías que iban un paso por delante del resto. Y yo t la suerte de coincidir con muchos desde los siete años, con Damián y Javi, toda la vida», señala.

Manu Fernández Baltar, que este verano ha fichado por el Puertollano tras dos años en el filial del Albacete, también pasó una larga etapa como céltico. «Qué decir de mis compañeros que ahora están en el primer equipo. Verlos ahí me hace súper feliz. Esa generación siempre fue especial, apuntaba maneras desde muy niños», algo que se reflejaba en los torneos a los que iban siendo alevines. «Éramos un equipo a temer por los grandes y a veces les ganábamos», rememora.
Para él, parte del secreto, aparte de la calidad futbolística, estaba en «la humildad y el trabajo». «No puedo decir nada malo de ninguno de ellos. Siempre han sido compañeros de diez con los que no solo entrenar, también estar en el día a día. Fue un placer estar tantos años a su lado y me alegro un montón de que hayan llegado porque lo merecen», valora el vigués.
Menos tiempo estuvo en el club Lucas Chans, que ahora lleva tres años con mucho protagonismo en Preferente y que dejó el Celta en el 2017. Tiempo suficiente para constatar que «todos tenían un gran talento ya desde las categorías base», lo que hace que no sorprenda «verlos jugad a todos a un nivel tan alto» en la élite, lo que califica como «fantástico». «Ojalá sigan creciendo y cumpliendo sus metas», apunta este defensa estudiante de ingeniería biomédica y electrónica.
Para este excéltico, «no son tan importantes las generaciones como lo es que el club apueste por determinados jugadores», argumenta. Y se explaya: «Todos teníamos un buen nivel, pero esos futbolistas que tienen un punto más y por los que se apuesta son los que acaban llegando». Aporta el punto de vista de que «los clubes a gran nivel no dejan de ser más que empresas, invierten más recursos en los jugadores con los que pueden sacar más beneficios».

Siete fueron las campañas en el Celta de Hugo Gil, que vivió «altos y bajos, como en todo», pero guarda un gran recuerdo de las experiencias vividas y de las personas con quienes lo hizo, incluidos los hoy jugadores profesionales. «Ver que tantos compañeros con los que compartí mucho tiempo tanto en el campo como fuera han llegado es un orgullo y una alegría increíble», expresa el actual jugador del Gondomar. «No sé qué tenía de especial la generación, pero había un gran talento y se veía cuando jugábamos contra canteras de los mejores equipos de España y del mundo, que se competía de tú a tú», cuenta.
Añade que con todas las experiencias que se llevó y las personas con las que se cruzo, «es imposible no tener un buen recuerdo». Y confiesa que siendo pequeño le era «difícil imaginar» que alguno de ellos pudiera llegar a ganarse la vida con el fútbol, pero simplemente porque ni se lo planteaba. «Lo ves como algo muy lejano, poca gente llega. Ya cuando empiezan a destacar en el Celta Fortuna, jugando mucho y haciendo buenas temporadas, es cuando piensas que pueden llegar», se sincera.
«Siempre se intuía que algunos llegarían lejos, pero ver a tantos es increíble», dice Isma Rodríguez Blanco, defensa de aquella generación durante siete años. «Fue una etapa muy importante de mi vida. Me quedo con todo lo aprendido, a nivel futbolístico y personal. Fue una generación con muchísimo talento y un grupo muy unido, algo que no siempre se da», plantea el jugador nacido en O Val do Dubra.
Ver ahora en Primera o en el fútbol profesional a los que han llegado le «llena de orgullo». «Algunos ya apuntaban alto desde pequeños, y otros han sorprendido con su evolución», comenta. Pero lo compartido por todos, incluidos los que no han llegado a escalar tanto en el mundo del fútbol, es «hambre, compromiso y mucha ilusión», que destaca que otros mantienen aunque sus trayectorias deportivas hayan sido distintas.

«Sigo disfrutando del fútbol con la misma pasión»
La generación del Celta del 2003 incluye a otros nombres que siguen disfrutando del fútbol, cada uno a donde le han llevado sus circunstancias. De estos cinco, Labrada seguirá un tercer año en la UD Ourense, Manu Fernández Baltar ha fichado por el Puertollano, Chans jugó la temporada pasada en el Choco, Gil acaba de llegar al Gondomar e Isma se incorpora al Sofán. «Aunque mi camino fue diferente, sigo disfrutando del fútbol con la misma pasión. Cada uno tiene su recorrido, y yo me quedo con la experiencia, los amigos que hice y todo lo que viví en esos años», dice.
Manu no oculta que «es complicado y cuesta irse de tu casa tras ocho años», pero sabía que en su posición no tenía sitio y cogió otro rumbo pensando en el futuro. Hoy, está satisfecho. «Gracias a salir, he podido cambiar mi posición a ocho, mediocentro, que es donde me veo bien y doy un gran nivel», sostiene. No esconde que «si puedes conseguir lo que sueñas en tu casa, es mucho mejor, y claro que te gustaría estar ahí, pero cada uno tiene su camino», asume.
Parecidas son las sensaciones de Labrada, para quien su adiós al Celta tampoco fue un buen trago, pero que está feliz con lo que vino luego. «Estoy súper contento en Ourense; escogí la mejor opción, sin lugar a dudas», sentencia. Celebra que «la ciudad es encantadora; la gente, súper cercana, que te hace sentir querido y es increíble». Además, disfrutó la experiencia del play-off y el ascenso habiendo sido «un jugador importante», como muestran las estadísticas.
En algún momento también fueron parte de este grupo el internacional David Vilán, que se fue al Atlético de Madrid y el curso pasado jugó en el Unión Collado; Erik Bugarín, cuyo destino al salir de Vigo fue el Wolverhampton y la pasada campaña jugó en el UD Santa Marta, o Damián Canedo, que estuvo varias temporadas en el Barcelona y ahora pertenece al Fabril. También Lucas Antañón, que ha firmado con el Oviedo Vetusta, así como Jesús Ares, pichichi del Juvenil A, que se suma al Conquense, o Brais Penela, en el Coruxo el curso pasado, entre los nombres más conocidos.

La impronta de Claudio
A nadie se le escapa que la figura de Claudio Giráldez ha sido fundamental en la generación del 2003, pero no solo en los que han llegado arriba. «Comparado mis otros entrenadores, tenía algo distinto. Era capaz de decirte lo que iba a pasar en el partido antes de que se jugase», asegura Manu Fernández. Nunca dudó que tenía «nivel de sobra para llegar al Celta y conseguir lo que está consiguiendo, con un Celta nuevo, atrevido, que hace un fútbol que a todo el mundo le gusta». En lo personal, añade, siempre le estará «agradecido» por lo que enseñó y califica de «espectacular» haber estado a sus órdenes.
Isma no duda en calificar al porriñés como «el mejor entrenador» que tuvo. «Aprendí muchísimo con él, tanto posicionamiento en el campo como a saber dar el máximo de ti», agradece. Tampoco le sorprende cómo se está desarrollando su carrera. «Ya se le veía que era diferente al resto de los entrenadores de la base y todos los canteranos que lo tuvieron dicen que es el mejor». Coincide Labrada: «Es un técnico fantástico, que te exige mucho tácticamente y con el que trabajas muchísimos aspectos del fútbol. En División de Honor, íbamos con la gorra porque se juntaba todo: cómo jugábamos, cómo entrenábamos… La exigencia ea total». Alaba su apuesta por la cantera, pues cree que «es mucho talento que antes se desperdiciaba».
Jesús Ares también hababa de Claudio a La Voz con motivo del enfrentamiento de Copa entre el Salamanca CF, donde militaba entonces, y los célticos. «Fue un pilar para mí, para mejorar como persona y como jugador», decía. También vive con orgullo los éxitos de los que fueron sus compañeros de vestuario.