El colectivo de la comarca, con sede en A Guarda y fundado en 1992, es uno de los más veteranos
19 mar 2015 . Actualizado a las 15:34 h.Entre el miembro más veterano de la Peña Celtista do Baixo Miño y la benjamina median más de 90 años y otras dos generaciones de integrantes que pertenecen a su misma familia. Porque Juan y Valeria son bisabuelo y bisnieta -que aún no ha cumplido su primer año de vida- y ejemplo de que el celtismo, a través de este colectivo, se transmite de generación en generación.
La agrupación nació en 1992 y en ella tienen cabida multitud de familias al completo, empezando por la del que ha sido su presidente desde el inicio, José Carlos Rodríguez Barros. Aquel comienzo no fue del todo convencional. Su origen está en la campaña de compra de acciones del club por parte de un nutrido grupo de celtistas de la comarca. «Entre todos conseguimos tres o cuatro millones de pesetas, una barbaridad. Y así acordamos con toda aquella gente hacer esta peña que, de hecho, se llama Peña Celtista de Accionistas do Baixo Miño», recuerda.
Hoy, ya no todos son accionistas -aunque sí un buen número- y se ha sumado gente de todas las edades que les ha dado nuevas energías. Pero los veteranos, incondicionales donde los haya, siguen al pie del cañón. El paradigma de esa veteranía, Juan Martínez, es uno de los no pocos miembros de la peña que llevan más de 40 años como abonados del club. «A veces se anima y lo llevamos a Balaídos. Le cuesta subir y no ve del todo bien, pero disfruta del ambiente y lo pasa en grande con su nieto y con su equipo», comenta Rodríguez.
La peña se desplaza a Vigo cada quince días y procura organizar al menos un viaje al año para presenciar un partido a domicilio. Los horarios, la distancia y los malos momentos deportivos vividos en estos 23 años no han sido obstáculos para ellos. «Ahora estamos yendo con dos autobuses, pero de uno no llegamos a bajar, nunca hubo problemas para llenarlo», comenta. Para las finales de Copa de Madrid y Sevilla llegaron a acudir con cinco autocares. «Esos viajes de vuelta a casa cuando se pierde son un poco duros, con el cabreo inevitable. Pero luego se pasan, porque esto es fútbol», dice Rodríguez Barros, que recuerda con especial cariño su presencia en lugares como Liverpool, Valencia o Moscú.
Tienen su sede en el bar Oasis de A Guarda, pero lo cierto es que en la peña hay cabida para miembros del resto de municipios de O Baixo Miño. «Hay gente de O Rosal, de Oia... De Tomiño menos, porque allí fundaron la suya propia. Pero la nuestra fue la primera», reivindica el presidente. Pionera y referente en lo que al fomento del celtismo se refiere: «Nos conoce todo el mundo y hacemos muchas actividades en ese sentido. Aquí hay peñas de otros equipos, pero no hay color con la nuestra».
Rodríguez Barros ya piensa en ir delegando poco a poco y, aunque la gente está contenta con él -«protestar no protestan», aclara entre risas- espera abandonar el cargo cuando la peña celebre sus 25 años. Antes, le gustaría aprobar una asignatura pendiente: «El Celta tuvo cuatro presidentes de nuestra zona, pero sin embargo siempre digo que cuando salga un jugador lo haremos socio de honor y de momento no se ha dado la ocasión». A cambio, tienen un pequeño consuelo -«el abuelo de Santi Mina es de A Guarda», subraya- y muchos años de celtismo por delante para que, si el bisabuelo Juan no puede verlo, al menos la bisnieta Valeria sí pueda ser testigo.