El gobernardo civil de la provincia de Lugo autorizó a los fundadores a reunirse el 24 de septiembre de 1974. Ese permiso era entonces un requisito indispensable para que se pudieran juntar más de tres personas.
16 abr 2015 . Actualizado a las 16:29 h.14 de septiembre de 1974, 20.00 horas. Un grupo de celtistas se reúne en Viveiro para poner en marcha el primer colectivo de apoyo al equipo vigués en su localidad. No es que ellos hayan elegido esa fecha, sino que es la que autoriza el régimen franquista a través del gobernador civil de la provincia de Lugo. «La peña se creó en tiempos del abuelo Paco, y claro, se necesitaba el permiso, porque como se juntaran tres sin tenerlo venía la Guardia Civil», cuenta el presidente desde 1990, Modesto Peña. A él le inscribieron dos años más tarde de la creación, en 1976 -cuando tenía ocho-, por lo que guarda toda una vida de recuerdos ligados a la agrupación celtista viveirense. «Uno de los primeros es que el día que enterraron a Franco hubo un derbi...».
Modesto explica que él es del Celta porque le «enseñaron» a serlo. «Mi padrino iba a ser uno de los fundadores, pero murió meses antes de un infarto y la crearon sus amigos». Él se crió en el seno de la peña, casi siempre acompañado por su abuela -«mis padres también eran miembros, pero trabajaban y nos íbamos nosotros dos de parranda», rememora- y siendo «el juguete» del grupo. «Siempre digo que si toda esa gente hubiera sido de Osasuna, yo también lo sería. Pero soy del Celta, y encantado», relata. Como él, el resto de los miembros de un grupo muy familiar donde el celtismo se inculca de padres a hijos.
La Peña Celtista de Viveiro se reconoce poco convencional. O, más bien, muy diferente al modelo de las modernas. Ellos no tienen sede y cuando viajan a Vigo se quedan a dormir. «Aunque la media rondará los 40, tenemos gente de 60, 70, 80 años. Es un ritmo diferente», admite. Aparte de viajar a Balaídos, han acompañado al equipo a innumerables lugares en sus 40 años de historia, aprovechando para conocer las ciudades. «Estuvimos en todas las islas donde jugó el Celta y en sitios como Milán, Lisboa... Cada año organizamos varias excursiones», dice. No faltan los desplazamientos a Vigo, a veces de alto riesgo: «De niño aquello era ir de viaje, pero de viaje. Ocho horas. Recuerdo una vez, aún con los autobuses que llevaban el motor dentro de la cabina tapado con un cajón, que con un frenazo caí en plancha y me rompí un diente». También tiene grabados los altos en el camino antes de llegar: «Después de tanto viaje, parábamos en Redondela a tomar un vino... o dos».
Actualmente son 62 socios, aunque llegaron a alcanzar al centenar. «Durante muchos años las únicas peñas que había en Lugo eran la de Vilalba y la nuestra. Luego se fueron creando otras y socios que pertenecían a esta se fueron a las que surgían en sus lugares de origen», recuerda. También han ido falleciendo algunos miembros. «Tenemos muchas mujeres viudas que dicen: ''O meu home morreu, pero eu quero seguir aquí''». De los 15 fundadores quedan tres que son socios honoríficos junto con otros elementos imprescindibles: «La empresa de autobuses con la que nos desplazamos, porque llevamos años y años con los mismos, y el restaurante donde hacemos las comidas y celebraciones».
Cuentan con su propio himno y, en vez de las habituales bufandas, disponen de «corbatas, fulares y banderines con el escudo de la peña», que es una variación del del club con el anagrama de la puerta de Carlos V. Otra de sus peculiaridades es que el presidente se responsabiliza de todo desde la distancia, pues reside en Madrid -pese a lo cual ha transmitido la afición por el equipo a su hija-. «Siempre estoy pendiente y tengo a mi hermana como vicepresidenta ejecutiva en Viveiro. Me animan a que siga aunque esté fuera», comenta.
Peña destaca que sus miembros no tienen oportunidad de convivir en su día con otros colectivos celtistas vigueses. «Estamos a casi 300 kilómetros y con quienes convivimos es con los miembros de la del Madrid y de la del Deportivo», constata. Los piques con ellas, siempre en tono cordial, les han dejado más de una anécdota: «Estuvimos en la final de Zaragoza y a la vuelta un deportivista de pro me dijo ''hai que aprender a tirar os penaltis'' por el que falló Alejo. Me tuve que callar, pero resulta que un mes después Djukic falló un penalti y le dije ''coño, Paco, hai que aprender a tirar os penaltis...''». Eso es, dice, lo que en su peña entienden por fútbol: «Fastidiarse cuando toca y regocijarse cuando lo puedes devolver. Siempre desde el humor».
Sus cuatro decenios los celebraron son foguetes y una comida. Ahora ya piensan en las no tan lejanas bodas de oro: «El 50º aniversario sí que lo vamos a celebrar por todo lo alto».