El colectivo de Ames surgió hace diez años a base de coincidir aficionados que trataban de que les pusieran el Celta en los bares
28 abr 2015 . Actualizado a las 17:28 h.A principios de la década pasada, el principal aliado de los aficionados al fútbol para seguir los encuentros de sus equipos era el conocido como «pay per view» que les permitía verlos en los bares. El principal aliado o, para algunos, el principal enemigo. Ahí está el origen de la Peña Celtista Milladoiro, fundada en Ames en el 2004 por un grupo de aficionados que se enfrentaban cada semana al mismo diálogo de besugos cuando preguntaban en las cafeterías: «-¿Ponéis el Celta? -Solo sois cuatro... Si juntáis a alguno más...». Así se unieron los 20 o 30 fundadores -muchos se fueron conociendo en aquel peregrinaje que les hacía coincidir en los establecimientos- que, en algunos casos, ni siquiera habían estado nunca en Vigo ni guardaban relación con la ciudad, pero que «se sentían cercanos al equipo o simpatizaban con él pese a los 100 kilómetros de distancia», en palabras de su presidente, Brais Alonso.
Hoy, convertidos en una «gran familia» de unos 130 miembros de lo más variopinto, la situación nada tiene que ver con aquellos inicios. Organizan multitud de actividades y viajan juntos a Balaídos en la llamada «ruta del norte» junto con Merlegos Celestes (Santiago) y Norte Celeste (A Coruña), pero los partidos de fuera son lo que actualmente les distancia. «Ahora es más fácil y los vemos más en grupos. Aparte de que tenemos miembros de diferentes concellos y nos separan 10 o 20 kilómetros». Además, su sede no es ningún bar, sino la Casa da Cultura de Ames, donde aprovechan para organizar charlas y conferencias siempre con el mismo eje central: «Somos una asociación sociocultural y deportiva, pero lo que nos unió es el Celta y procuramos que todo lo que hacemos tenga que ver con nuestro equipo».
El fomento del celtismo ha sido desde el inicio una de las prioridades de Milladoiro. Brais, a quien le atacó «la fiebre del celtismo» a los 12 años gracias a una invitación en el colegio, siempre ha querido que la historia se repita con otros niños: «Era un renacuajo. Me soltaron allí y me dijeron: 'Sube esas escaleras y siéntate donde quieras'. Yo ni sabía cuáles eran los del Celta y cuáles los otros. Un señor me preguntó: 'A ver, ¿qué es lo que no sabes?'. Le respondí que no sabía nada». La agrupación ha sido partícipe de las primeras veces en Balaídos de muchos otros celtistas: «Tenemos carnés de la peña y funcionamos con ellos como una cooperativa. Gracias a eso hay abuelos que nunca antes habían estado y niños a los que hemos podido llevar en colaboración con la Fundación Celta», celebra.
Con la fundación organizaron también el campus del Celta el pasado verano, para el que lograron reunir in extremis a 65 pequeños. Antes tuvieron una experiencia de escuela futbolística no orientada a la competición, sino a que todos los niños de la zona pudieran practicar fútbol sin necesidad de federarse y, de paso, acercarse al equipo celeste.
La peña, representada en multitud de desplazamientos del conjunto de Berizzo, tiene desde abuelos hasta padres de familia con niños, «un poco de todo». Siempre han dispuesto de la colaboración del resto de peñas y también de personajes destacados del celtismo. «Para las charlas y coloquios contamos con Túñez, que es de la zona, igual que Fernando Vázquez por proximidad y Gudelj por sus años en el Compostela. Él, aunque tiene su propia peña, estuvo dispuesto siempre que se lo pedimos». En el futuro les gustaría contar con Sergio, ya que Catoira es uno de los municipios que engloba su peña. Y, sobre todo, les gustaría hacer un homenaje a Mouriño coincidiendo con su aniversario, en un par de meses. «El Celta nos unió y el valedor responsable de que el equipo no haya desaparecido es el presidente. Queremos agradecérselo».
Alonso celebra que en estos diez años -algunos los cuentan desde el día que se unieron, otros desde la constitución legal, por eso no tienen una fecha exacta- no ha habido ni un lunar. «Todo han sido experiencias positivas. Nunca tuvimos ninguna crisis y conseguimos cosas importantes como que gente que por su situación económica no hubiera podido sí haya estado en Balaídos», comenta. O también recaudar 367 kilos de alimentos en una operación kilo junto con los otros dos colectivos de la llamada «Ruta del Norte». Son de algún modo los herederos de la desaparecida peña de Santiago, una de las primeras nacidas fuera de Vigo. «En los 90 yo llegué a viajar alguna vez con ellos y luego algún miembro estuvo con nosotros», recuerda. Después, él mismo cogió el testigo.