La segunda peña de la localidad nació en el año 2001 con un espíritu diferente
02 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.Reconocen que no es algo muy habitual tener dos peñas en un municipio como el suyo y que a menudo les preguntan por ello. Pero lo asumen con naturalidad. Vilalba cuenta con una de las peñas más antiguas del equipo vigués, fundada en los años 70, y también con otra de una hornada más reciente -aunque a día de hoy, se puede encuadrar también en un segundo grupo de veteranas como es Celtas de Andrade, nacida en el año 2001.
El germen de la peña está en una manera diferente de entender el celtismo, una mentalidad distinta. Un grupo de jóvenes de la primera quisieron volar solos y hubo un acontecimiento en este año que precipitó las cosas. «Estábamos con la idea en la cabeza, pero cuando llegó la final de Copa nos pusimos en marcha. Improvisamos una pancarta y ni siquiera teníamos todavía nombre, pero queríamos organizar ese primer viaje ya por nuestra cuenta», relata su presidente, Carlos Rama. Fueron unas ocho o diez personas las que dieron el paso de empezar una nueva aventura celtista que este año ha celebrado tres lustros.
Como ocurre con el grueso de las peñas de fuera, su cita ineludible son los desplazamientos en autobús a Balaídos, que en su caso están reservados para una vez al mes. «Hacemos al principio de cada temporada, y de hecho acabamos de hacerla, una programación procurando escoger los partidos más atractivos e interesantes. Luego algunas veces aunque los tengamos previstos no podemos ir, porque si nos los ponen un lunes o un viernes ya es muy complicado», señala. También se reúnen en su sede, actualmente el café bar Xalundes, y de vez en cuando ven al Celta a domicilio. «Hemos estado en Madrid, en Bilbao... Este año escogimos Granada porque coincide con Semana Santa y aprovechas para ir tres o cuatro días», comenta.
Entre sus citas también está la comida anual que organizan en el río desde hace varios años. Es una especie de regalo de la peña a sus integrantes. «Le llamamos nuestra xuntanza. Ponemos un precio simbólico y del resto nos hacemos cargo nosotros. Como hay gente sobre todo mayor que a Balaídos no puede venir, al menos hacemos algo en Vilalba al alcance de todos», señala. Dentro de su filosofía está intentar siempre contentar al peñista e invertir en él los beneficios que pueda haber. «Siempre queremos favoreces y compensar al socio que está pagando una cuota. Por ejemplo en los viajes siempre se sortean entre todos camisetas firmadas, balones... Preferimos eso en vez de ahorrar el dinero».
Reconoce, eso sí, que la etapa en Segunda sí le vino bien a sus arcas. «El interés es menor y es verdad que si ahora hacemos ocho desplazamientos a Vigo en todo el año, en aquellas temporadas igual hacíamos tres», señala. En ese sentido les vino bien, si bien no esconde que como aficionado fue una etapa dura. «Se pasa mal viniendo de jugar Champions y UEFA viéndote ahí, sin visitar los campos grandes de la Liga... Pero por otra parte gracias a eso se sacó a jugadores canteranos que hoy son muy valorados como Aspas, Hugo Mallo o Jonny, que son un gran orgullo».
Comparten algunos socios con la primera peña -con la que tienen una buena relación-, mientras que los más jóvenes, por lo general, tiran para la suya, bautizada así en honor a uno de los grandes símbolos del municipio. «El Castillo de Vilalba tiene una torre que se llama de los Condes de Andrade y como es lo más significativo que tenemos, por eso nos decidimos por ese nombre».
En cuanto al número de integrantes, tampoco en esos momentos se resintió. Llevan tiempo rondando los 125 socios -con una media entre los 30 y los 40 años-. «La gente lo entendió como algo temporal. Y en Vilalba siempre ha habido mucha tradición celtista», subraya. Lo dice él, de padre deportivista. «A mí me quisieron llevar a Riazor e inculcar eso pero no me gustó y no hubo manera, cada uno sale como sale», constata. En unos días va a ser padre de un niño; asegura que hará «lo posible y lo imposible» porque no le suceda lo mismo que le ocurrió a su padre.