Los fantasmas y el amor

Javier Maseda

RELATOS DE VERÁN

01 ago 2025 . Actualizado a las 08:52 h.

Cuento esta historia en primera persona porque en primera persona transcurrió. Que cuál es su resumen: que a los fantasmas los mata el amor y que a mí me salvó un beso.

Todo sucedió, imberbe yo todavía, en uno de esos inviernos de aldea, de lluvia cruda y paraguas perenne. Escenario: la casa de mis abuelos, eterna de habitaciones, con sótano y desván, ventanas de papel y contras de difícil encaje. Las dos de la madrugada y solo el silencio y yo estábamos despiertos, ojiplático en la cocina ante aquel muñeco de la televisión que cobraba vida y que, uno por uno, consiguió erizar cada pelo de mi nuca. No ayudó a mi sosiego el trayecto oscuro y laberíntico que unía la cocina con mi habitación, contigua al desván, minúscula, solitaria y reservada. Vigilo mi espalda en las mil escaleras y tramos sin luz del pasillo, cuello de exorcista, por si una aparición hace honor a su nombre y aparece. Alcanzo cama y sábana. ¡A salvo! Amén de espíritus y leviatán, es bien sabido que su fina capa protege de monstruos, engendros y demás bestias.

¡Ay, pero la noche era larga! No bien apagada la luz, pasos en la escalera de mi habitación. ¡Los pasos más pasos de la historia! Tan nítidos que cada paso se dibuja en cada peldaño y tan reales que ni Santo Tomás albergaría dudas. ¡Pero los pasos, que avanzan, nunca llegan a alcanzar mi habitación! Pelos y nuca de nuevo erizados. ¿Quién anda ahí? Ni un susurro responde. Solo los pasos, que tal como vinieron desaparecen, ocultándose para renacer al poco tiempo con idéntica cadencia y nitidez, incapaces otra vez de llegar a meta. 

¿Un fantasma? ¿Mefistófeles? Solo el amor contestó. Porque amor es el beso de buenos días que le di a mi abuela, que con suavidad y mimo colgaba y descolgaba las perchas de su armario, toc, toc, toc. Ella, que con la cadencia del andar escogía un vestido para mi madrina, empotrado como estaba aquel armario bajo las escaleras de mi habitación. ¿Abuela, qué hacías tú ayer a las dos de la madrugada? Lo que ves, respondió.

A los fantasmas los mata el amor y a mí me salvó un beso. ¡Refúgiense en el amor! Solo así ahuyentarán sus monstruos.