La muerte de Zuabri le permite también al presidente Buteflika confirmar lo que el definió como doble estrategia hacia el terrorismo integrista: por un lado perdón para quienes se rindieran, y por otro dura represión para quienes persisten en su guerra santa. Zuabri dirigía una banda de menos de un millar de miembros cuya actividad se situaba en el centro y el oeste del país, en tanto que su principal rival, el cabecilla Hasán Hatab, que dirige el autoproclamado Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) dispone de otro millar de acólitos en la montañosa Cabilia. En tanto no se conozca al sustituto de Zuabri, el hombre a abatir ahora es Hasán Hatab, uno de los terroristas más buscados en el país y a cuya cabeza se ha puesto precio. Pero el cabecilla del GSPC ha demostrado hasta ahora no caer en la imprudencia de bajar de su principal refugio de montaña situado en la región de Si Ali Bunab.