Irak: no salen las cuentas

Miguel Murado

INTERNACIONAL

Análisis | La Conferencia de Donantes En Madrid no se han recaudado 33.000 millones sino que se han prometido 13.000 Los restantes los gestionará EE.UU., que hace caja aparte

25 oct 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

De haber estado presidida por un simple maestro de escuela de los de antaño, la Conferencia de Donantes para Irak habría concluido con una curiosa escena: un formidable tirón de orejas al ministro Rodrigo Rato, a la ministra Ana Palacio y hasta al mismísimo secretario de Estado norteamericano, Colin Powell. ¿Por qué? Pues por incurrir en el peor vicio de las matemáticas escolares: lo que entonces se llamaba «sumar peras con manzanas». Y es que, a pesar de las declaraciones triunfales, en Madrid ni se han recaudado 33.000 millones de dólares en ayuda ni lo recaudado se acerca, siquiera remotamente, a la cantidad que se estimaba necesaria para la reconstrucción del país previamente destruido. Tan sólo recurriendo a una ingeniería de los números que roza el delito de doble contabilidad se pueden hacer cuadrar las cuentas. Objetivos Para empezar, se han variado arbitrariamente los objetivos. En vez de los 55.000 millones reclamados por la Casa Blanca se prefiere ahora la cifra de 35.000 que en su momento dio el Banco Mundial. Ésta es mucho más baja porque excluye 22.000 millones que, al estar gestionados directamente por Estados Unidos, deben contarse aparte. Es, precisamente, restando estos 22.000 millones de dólares en la columna de los objetivos y sumándolos en cambio en la columna de lo recaudado en Madrid como salen los famosos «33.000 millones cercanos a los 35.000 millones» de los que hablaba Rodrigo Rato, de quien cabe esperar que sea menos creativo cuando maneja nuestros dineros. No. Al margen de esas adiciones de frutas de diferente temporada, en Madrid lo que se ha prometido (no recaudado) son 13.000 millones, y ni siquiera se les puede llamar donaciones. Una parte, todavía indeterminada, tiene en realidad la forma de créditos que irán a engrosar la ya abultada deuda externa de Irak (últimamente andaba por los 120.000 millones). Las llamadas de españoles y norteamericanos a condonarla, y que habrán hecho desear a más de un país latinoamericano o africano que lo invadan, tienen trampa: es dinero de otros. Esa deuda la contrajo Irak en su día con Alemania, Francia y Rusia, precisamente los países que menos apoyo han proporcionado a Washington en su «Guerra y paz» iraquí. Cambio de acreedores De lo que se trata, en otras palabras, es de cambiar de acreedores. De entre ellos, Estados Unidos tendrá una bien ganada primacía, puesto que de los 22.000 millones que ha prometido, la mitad son también créditos contra la nueva deuda iraquí. Este fondo, gestionado, como se sabe, al margen de las Naciones Unidas, se dedicará en una buena parte (hay quien dice que casi en su totalidad) a financiar el dispositivo militar de la ocupación. Control del petróleo Además de esto, la Casa Blanca piensa utilizar parte del petróleo iraquí (en principio, al menos el equivalente a 5.000 millones de dólares) para enjugar su aportación. Logrará con ello, de paso, el cumplimiento de un viejo sueño que era a la vez una profecía: el control del precio del petróleo. Ahora podrá fijarlo a su antojo al margen de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) abriendo o cerrando el «grifo iraquí». Así, no es de extrañar que el presidente norteamericano, George W. Bush, trepase en Pearl Harbor a lomos del acorazado USS Missouri para presentar la campaña de recaudación de fondos de su propia reelección: lo que ha dado resultado para su país tiene que dárselo a él. Precisamente en ese barco se firmó hace medio siglo otra capitulación, la de Japón, un país que, curiosamente, prometía a esa hora en Madrid más dinero que nadie. Sobre esa ceremonia de Pearl Harbor sólo planeó una sombra. Quizás era nube, pero según algunos testimonios no era tal, sino una fotocopia gigantesca del Tratado de Ginebra abierto por la página que dice que en todo país ocupado la potencia ocupante tiene la obligación «material y moral» de encargarse de la reconstrucción y de proporcionar educación, sanidad y alimentos a la población ocupada sin tomar nada a cambio. Palabras de Ginebra...