Golpe de suerte de Obiang

Miguel Murado

INTERNACIONAL

Análisis | Guinea Ecuatorial La fallida intentona golpista de esta semana fortalece al dictador y pone al Gobierno español en una situación incómoda ante las autoridades de Malabo

13 mar 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

La lógica antipatía que despiertan regímenes dictatoriales como el de Guinea Ecuatorial y el de Zimbaue han llevado estos días a la prensa a dar el remoquete de «supuesta» a la trama golpista contra Guinea Ecuatorial descubierta esta semana. Pero lo cierto es que la lectura de los nombres del más de medio centenar de extranjeros detenidos en Guinea y en Zimbabue no deja mucho lugar a las dudas. Casi se podría considerar un congreso internacional de mercenarios. Al margen de lo que uno piense del presidente Teodoro Obiang Nguema, tampoco se puede descartar sin más la sospecha de que detrás de esta trama se encuentre el líder opositor Severo Moto, refugiado en España. Moto, a quien entrevistaba oportunamente nuestro compañero Xurxo Fernández hace unos días, estuvo implicado ya al menos en dos intentos similares, en 1994 y en 1996, cuando se lanzó a la toma del poder desde una base en Angola con ayuda de mercenarios españoles. «Peor enemigo» La verdad es que, desde hace ya una década, Moto ha venido siendo una especie de «peor amigo» de la política española en Guinea, lo mismo que el Gobierno español ha sido también para Moto. En los años de gobiernos socialistas, el Partido Popular, quizás con más ingenuidad que malicia, convirtió a Moto en la alternativa «popular» al opositor favorito del PSOE, Plácido Micó. El hombre era ensalzado entonces sin demasiadas preguntas por el PP y su mujer recaudaba fondos (de los que nunca más se supo) en los mítines del partido. Luego las cosas cambiaron. Aznar acabó copiando la política que desde la oposición había criticado: la componenda con el dictador guineano, con el que se reunía en Roma a poco de ser elegido, mientras el entonces ministro de Exteriores, Abel Matutes, hablaba de los indicios de «un proceso hacia la democracia en Guinea» del que nadie más que él había oído hablar y del que nadie ha vuelto a saber. Es esa deriva pro-Obiang de la política española la que ha culminado hace pocas semanas con la asombrosa visita de la ministra Ana Palacio a Guinea y con el aún más asombroso envío de un destacamento naval. Guinea es la tercera potencia petrolera del África subsahariana y España, que ha perdido ya mucha influencia en la ex colonia a manos de Francia, intenta recuperarla de las manos del actual amo de Guinea, Estados Unidos. Desencanto de Moto En este contexto hay que interpretar la intentona de esta semana. Moto, desencantado hace años con el Gobierno español, quizá ha caído otra vez en la tentación del golpe de Estado. Las acusaciones de Zimbabue, que relacionaba la operación con los servicios secretos americanos, británicos y españoles no es creíble y respondería más bien a los fantasmas del presidente Mugabe. De haber alguien detrás de esto habría que pensar en Francia (no es casualidad que ahora surjan noticias de más mercenarios entrenándose en la vecina Camerún, la base francesa en la zona). Moto no tiene el dinero para contratar a los no precisamente baratos mercenarios sudafricanos que han sido detenidos, pero sí lo tienen sus amigos, entre los que están algunos elementos inquietantes de la extrema derecha española y francesa o potentados como el empresario británico Eli Calil. Puede estar implicado o no, pero Severo Moto no tiene precisamente la credibilidad que uno atribuiría a la Sibila de Cumas. Lo que sí esta claro es que la trama descubierta esta semana es una fuente de incomodidad para todos salvo para Obiang. Incomodidad para Sudáfrica, de donde han salido los mercenarios; incomodidad sobre todo para España y su doble juego con Obiang y su oposición. Sólo para Obiang es una buena noticia, y doblemente: porque ha fallado, y porque puede ahora utilizarlo (como ya está haciendo) para acosar aún más a la dividida y debilitada oposición democrática guineana. Se lo han servido en bandeja.