Frenar la escalada criminal del vecino del sur se vuelve una prioridad para Obama
22 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Hace dos meses, cuando tomó posesión, México no aparecía entre las prioridades de Obama. Era, como mucho, una nota a pie de página en la mayoría de los informes que se hicieron públicos repasando los problemas que le dejaba en herencia la Administración republicana. La visita en los próximos días de Hillary Clinton, y la que él mismo realizará al presidente Calderón el mes que viene, revela sin embargo que las cosas se han complicado demasiado desde entonces.
El apaño ideado por Bush con el nombre de Iniciativa Mérida, por medio del cual EE.?UU. subvenciona a su vecino del sur para que mantenga a raya a los narcos que surten su mercado de la droga, se está viniendo abajo como un decorado de cartón piedra azotado por un huracán. La violencia amenaza la viabilidad del Estado mexicano y empieza a crear un problema de seguridad complejísimo al todopoderoso norte.
Oficialmente, el año pasado murieron 6.290 personas en alguno de los cientos de ajustes de cuentas o de choques con el Ejército y la policía que se produjeron, aunque sotto voce funcionarios bien informados elevan la cifra a 9.000. Lejos de disminuir, las estadísticas siguen en aumento porque en lo que va de 2009 ya son 1.437 las vidas perdidas. Según dice la profesora Vande Felbab en un informe para la Brookings Institution, se trata de un número de bajas superior al que tuvieron los norteamericanos en Irak en el 2008. Está por encima de las que sufren en Afganistán y hace pequeñas las que soportó Colombia en los ochenta y a principios de los noventa.
Ofensiva frontal
Tres son las causas de esta regresión brutal al estado de naturaleza hobbesiano: la pugna de los cuatro grandes carteles por el control de las rutas de paso, la confrontación en el interior de alguno de esos clanes por el liderazgo interno y la que los opone a todos ellos con el Estado. Sin embargo, el análisis no puede detenerse aquí.
La guerra contra el narcotráfico se ha convertido en el asunto dominante de la agenda de Calderón para revalidar la presidencia en el 2012. Esto lo ha llevado a emprender una ofensiva frontal apoyada por el Ejército que contrasta, por ejemplo, con la que se acometió en Colombia, donde el Estado actuó de forma escalonada. Atacó primero al clan de Medellín y solo cuando estaba desarbolado salió al encuentro del de Calí.
La ofensiva coincide, además, con una revalorización del territorio mexicano como lugar de tránsito de la droga a resultas de la mayor presión sobre las rutas alternativas del Caribe. Ello ha incentivado la competencia entre familias y difuminado las jerarquías entre ellas, eliminando las restricciones al uso indiscriminado de la fuerza.
Pero el problema no es solo mexicano, como demostró en su día la película de Steven Sodenbergh, Traffic . Cuenta la historia de un juez encarnado por Michael Douglas al que nombran zar de la lucha antidroga y cuya primera decisión es trasladar el campo de batalla a México sin caer en la cuenta de que se encuentra en su casa, donde su hija adolescente es una febril consumidora. La anécdota describe bien el wishfull thinking que impregna la visión que tienen los norteamericanos del asunto y que ha moldeado la conducta de sus autoridades los últimos años. Consiste en colocarse fuera de lo que originan, atribuir la escalada delictiva a la impericia de los responsables mexicanos y hacer caer sobre su corrupción la falta de resultados.
Dólares y armas
Es cierto que la connivencia de políticos, jueces y policías con los criminales les allana el camino. Pero la espiral sádica que han iniciado estos no se puede aislar de la demanda de droga estadounidense, que les reporta un negocio superior a los 20.000 millones de dólares al año. Tiene mucho que ver con la facilidad con que sus pistoleros encuentran en el norte las armas que luego emplean en el sur.
Debemos suponer que, puesto que toma las riendas, Obama empieza a asumir también la parte de responsabilidad que le toca a su país. Pero aunque no sea así, no podrá seguir lavándose las manos. Un estudio del Departamento de Justicia sostiene que la mayor amenaza del crimen organizado para EE.?UU. proviene de los clanes mexicanos, que ya operan en 230 ciudades cuando hace tres años solo tenían presencia en 50.
El trabajo ya citado de Vande Felbab pronostica cuatro desenlaces posibles a la ofensiva lanzada por Calderón. Los mejores, porque situarían las cifras de delincuencia en niveles europeos, son que el Estado venza o que uno de los carteles en liza someta a los demás, imponiendo su orden. Pero la posibilidad de que el Estado fracase y de que México involucione hacia fórmulas de convivencia con el crimen es real. Si eso es lo que finalmente ocurre por no haber puesto EE.?UU. de su parte, no podrá evitar verse envuelto por las consecuencias aunque el muro que construye en el desierto sea muy alto.