La sucesión paraliza a China

Andreas Landwehr

INTERNACIONAL

El asalto al poder de la quinta generación de dirigentes está acompañado por una actitud nacionalista, poco proclive a parecer condescendiente con el exterior

11 mar 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Unos lo llaman combate electoral a lo chino. Para otros es una lucha de poder acorde con la falta de democracia. Tras las bambalinas de la sesión anual del Congreso del Pueblo en Pekín se libra una fuerte lucha en torno a la quinta generación de dirigentes que tomará el mando en dos años. Los dos puestos más altos parecen ya decididos: el vicepresidente Xi Jinping se perfila como nuevo jefe de Estado y partido, mientras el viceprimer ministro Li Keqiang asumirá probablemente la jefatura del Gobierno.

Los dos se preparan para sus nuevas funciones: Jinping está viajando por el mundo, se ocupa de la política exterior, dirige la escuela del partido y tiene voz en la cúpula. En cambio, Keqiang destacó menos como político económico, pero en enero sustituyó a Wen Jiabao en el foro de Davos, con una amplia repercusión mediática.

«Hay que probar a los líderes», dijo una fuente de alto rango del Gobierno que prefirió el anonimato. «Deben ser chinos firmes pero abiertos, porque tienen que tratar con el mundo». Pero, ¿qué ocurrirá si no superan las pruebas? Ya llamó la atención que el vicepresidente Jinping no fuera ascendido en septiembre a la vicepresidencia de la Comisión Militar Central.

El cambio de poder «no es algo ya acordado», advierte Cheng Li, del centro en China del think tank estadounidense Brookings. «En la política china podría aparecer alguien de fuera», cree. Por eso debe prestarse más atención a los «potenciales retadores».

Las estrellas políticas que están apareciendo en las provincias ya se disputan los escaños que quedarán libres en la comisión permanente del politburó, principal órgano de poder. Destacan Wang Yang, el jefe del partido de la provincia en auge de Guangdong, y Bo Xilai, el jefe de partido de la metrópoli de Chongqing, de 32 millones de habitantes.

El órgano del Partido, Diario del Pueblo, alabó a Xilai tras una encuesta en línea como el hombre del año 2009. Hijo de Bo Yibo, uno de los «ocho inmortales» que determinaron la historia de China en los años ochenta y noventa, el Principito quiere dar un golpe a la corrupción y al crimen organizado en Chongqing para descubrir los estrechos vínculos entre el partido y los bajos fondos.

Un popular vídeo aparecido en Internet dice que «sus ojos sueltan llamas como la fría luz de dos espadas» y que «los corruptos se estremecen con su nombre». No obstante, Xilai, que ya mostró modales de jefe de Gobierno en su época como ministro de Comercio, no hizo solo amigos en Pekín. Además, con 60 años, parece mayor para un puesto en el Gobierno.

Con 54, su competidor Wang Yang lo tiene más fácil. El Diario del Pueblo aseguró que Deng Xiaoping lo descubrió personalmente como un hombre «extraordinariamente talentoso», una característica que le augura una consagración. Wang Yang tiene fama como padre de la economía de mercado socialista, en la que quiere «liberar los pensamientos» para superar tabúes políticos.

Mientras los nuevos líderes se disputan el poder, las viejas facciones temen por su influencia y, en un momento de crisis económica aún no superada, el país parece políticamente paralizado. Hacia fuera, se endurece una actitud nacionalista poco dispuesta a compromisos, se quejan los diplomáticos. Nadie puede permitirse aparecer frente al exterior en una actitud condescendiente. «El cambio de poder pone a todos nerviosos», comenta el especialista en China James McGregor.