Daguestán es una república montañosa del Cáucaso minada por la pobreza, la creciente criminalidad y las rivalidades entre clanes, ingredientes que la convierten en un terreno fértil para la rebelión. Puede vanagloriarse de una historia que data del siglo VIII antes de Cristo, pero en la actualidad es una de las regiones más violentas de Rusia, afectada por una rebelión islamista cada vez más poderosa.
En los últimos meses los asesinatos de dirigentes locales, los atentados suicidas y los enfrentamientos armados en los suburbios de la capital, Majachkalá, se han vuelto casi cotidianos. Durante una visita en el 2009 tras el asesinato del ministro local del Interior, el presidente Medvédev reconoció que «los clanes, los robos y los sobornos» favorecían el reclutamiento de islamistas.
El atentado de ayer es el más grave desde el 2002, y el signo de que la rebelión es ahora predominante en la región. Mientras que en los años noventa la militancia en el Cáucaso estaba limitada a la lucha separatista en la vecina de Chechenia, la insurrección se ha propagado ahora a Daguestán y a otras regiones. El separatismo no es ya la consigna principal. Los militantes quieren ahora imponer la ley de la sharia en toda la región, que han bautizado como el Emirato del Cáucaso.
Los islamistas diezmados por las operaciones militares del hombre fuerte de Chechenia, Ramzan Kadírov, han desplazado su terreno de operaciones a los bosques y valles de Daguestán e Ingusetia. El líder islamista checheno Dokú Umárov se autoproclamó emir del Cáucaso y anunció la yihad contra el Kremlin.