La red la sido reconocida ahora aficialmente por primera vez.
25 jun 2010 . Actualizado a las 14:25 h.Estados Unidos y Gran Bretaña están Unidos desde 1946, el año siguiente al del final de la Segunda Guerra Mundial, por una red de espionaje reconocida ahora por primera vez oficialmente.
Un documento de seis páginas conocido en inglés como «British-US Communication Agreement» (BRUSA) vincula a los dos países mediante una red global de puestos de escucha dirigida por parte británica por el GCHQ (Government Communications Headquarters o Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno) y por su equivalente estadounidense, la Agencia Nacional de Seguridad.
En virtud de aquel pacto, del que informa hoy el diario The Guardian, los dos países no sólo acordaron intercambiar datos interceptados, descifrados y traducidos de idiomas extranjeros, sino que se comprometieron también a adquirir equipos y documentos relacionados con el espionaje.
Un pasaje del documento en cuestión establece que «no podrá revelarse su existencia» a terceras partes, algo que ahora ha sido posible gracias a la legislación británica sobre libertad de información.
También se señala en él que a ningún individuo que esté al tanto de la existencia de esos métodos de espionaje se le encomendarán «empresas arriesgadas que pudieran facilitar su captura por el enemigo o por una tercera parte».
Según un portavoz de la central del espionaje británico, «el acuerdo UKUSA de 1946 sentó las bases de la cooperación entre los dos países durante la Guerra Fría y sigue siendo esencial para mantener al Reino Unido libre de las amenazas actuales».
Aquel acuerdo inicial entre EEUU y Gran Bretaña fue ampliado posteriormente a otros países del área anglosajona como Canadá, en 1948, y Australia y Nueva Zelanda, en 1956.
EEUU se mostró reacio en un principio a incluir a países de la Commonwealth como socios plenos y en algunas ocasiones impidió que se compartiera con ellos ciertos datos de los servicios de inteligencia, señala The Guardian.
Pero esas restricciones de información afectaron también al propio Reino Unido, y así en agosto de 1973 el presidente de EEUU Richard Nixon, irritado por la política pro-europea del premier británico Edward Heath, ordenó a su servicio de inteligencia que dejara de pasarles datos a los británicos.
Algo similar ocurrió con Canadá después de la invasión de Kuwait por el presidente iraquí Sadam Husein en 1990 cuando Washington pidió a su vecino del norte que enviase barcos de guerra a la zona, a lo que en principio se opuso el Gobierno de Ottawa.
Washington cortó entonces el flujo de informaciones, el Gobierno canadiense cambió de parecer y unos días más tarde se restablecieron las comunicaciones.
Pese a esas resistencias iniciales a compartir la información con terceros, la red acabaría extendiéndose a otros países aliados como Noruega (1954), Alemania, al año siguiente, y también a otros, desde Turquía, Italia o Irlanda hasta las Filipinas.