La caída de un magnate que entró en política

La Voz MOSCÚ/EFE.

INTERNACIONAL

28 dic 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Los juicios contra el magnate ruso Mijaíl Jodorkovski, fundador de la petrolera Yukos y otrora el hombre más rico de Rusia, constituyen para la oposición rusa la mayor persecución política que ha visto el país desde la desintegración de la URSS.

Como muchos multimillonarios de la nueva Rusia, forjó su fortuna en las aguas revueltas de las privatizaciones postsoviéticas cuando fundó Yukos, la petrolera que se convertiría en una de las empresas insignia del país, ahora en manos de la estatal Rosneft. Su caída en desgracia comenzó cuando demandó reglas claras para la actividad empresarial y empezó a financiar a partidos opositores al Kremlin, que se manifestaban contra una nueva guerra en Chechenia.

Para entonces, en la segunda mitad de 1999, el primer ministro era Vladimir Putin, quien asumiría provisionalmente la jefatura del Estado el 31 de diciembre de ese año, tras la renuncia de Boris Yeltsin, y quien haría de la guerra chechena y la lucha contra el terrorismo su mayor baza para afianzarse en el poder.

Avisos desoídos

Antes de su detención en el 2003, recibió «avisos» para que dejara el país y abandonara Yukos, pero el magnate, quizá confiado en su poderío o por cuestión de principios, desoyó las advertencias.

Jodorkovski nació en 1963 en Moscú, en el seno de una familia de ingenieros e inició su carrera empresarial en 1987, en plena perestroika, al fundar con unos amigos una compañía de compraventa de ordenadores. En 1991 fundó Menatep, uno de los primeros bancos privados del país, que se expandió rápidamente al serle asignada la gestión de fondos de compensación a las víctimas de la catástrofe nuclear de Chernóbil.

Su meteórica carrera parecía imparable, incluso después de que Putin asumiera el cargo de primer ministro en verano de 1999 y la presidencia al año siguiente. Sin embargo, su trayectoria empresarial se truncó el 25 octubre del 2003, cuando fue detenido por una unidad especial de los servicios secretos mientras estaba en su avión privado en el aeropuerto de la ciudad siberiana de Novosibirsk. Ocho años de prisión fue la condena a la que él y su socio fueron sentenciados en el 2005.