Elecciones EE.UU. 2012: El hombre que quiere ser Reagan

leoncio gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Mitt Romney ha sido un aspirante rocoso que se sobrepuso a todos los problemas

06 nov 2012 . Actualizado a las 22:34 h.

Hay quien ha escrito que, si no gana hoy las elecciones, no será por su culpa sino por la de su partido que, en el empeño de destruir a Obama, evitó toda autocrítica por los errores que cometió George W. Bush y se desvió aún más hacia la derecha, convirtiéndose en la caja de resonancia del populista Partido del Té. Puede ser.

Comparado con Michele Bachmann, Rick Perry, Newt Gingrich o Rick Santorum, algunos de sus rivales durante las primarias republicanas, Mitt Romney parecía un avanzado del progresismo. Conectar con las bases que habían impulsado a ese batallón de radicales y convencerlas de que él tenía más posibilidades de llegar a la Casa Blanca, lo obligó a decir barbaridades que destruyeron el perfil moderado que se tenía de él. Lo que es peor, lo condujo a abjurar de su logro más importante como cargo público, la reforma sanitaria que sacó adelante cuando era gobernador en Massachussets, solo porque legitimaba la que posteriormente llevó a cabo Obama.

Tuvo que resultar un drama para él porque, si es cierto lo que cuenta en sus memorias, No apology, la persona a la que más ha admirado a lo largo de su vida es su padre. Gobernador de Michigan y candidato en las primarias en las que se impuso Richard Nixon en 1968, Romney senior sacrificó su carrera por sus convicciones. El motivo por el que hoy se le reserva un sitio en la tradición republicana es porque, después de la derrota de Barry Goldwater ante Johnson en 1964, promovió un movimiento de apertura del partido para hacerlo más receptivo a las demandas de los movimientos sociales y más inclusivo.

¿Podría reconocerse en lo que se ha convertido hoy? ¿Daría por bueno lo que ha tenido que hacer su hijo para aspirar a la presidencia? No es extraño que la filosofía de Romney junior se resuma en la frase: «la conquista de lo difícil hace fuertes a los hombres».

Le habrá permitido soportar no haber tenido más en cuenta el legado de su progenitor. Solo así se puede resistir sin pestañear el mareo por el volantazo que se vio obligado a dar después de convencer a sus correligionarios, en cuanto comprobó que había dejado atrás a los independientes que no votan con criterios ideológicos sino de forma pragmática y tuvo que emprender un tardío camino de vuelta al centro que, por su tacticismo, abrió una brecha en su credibilidad. ¿Cómo se puede, por ejemplo, estar acusando a Obama tantos meses de ser demasiado débil en política exterior y luego proponer las mismas políticas que él solo para no asustar a los moderados?

La radicalización de su partido no ha sido el único handicap con el que tuvo que lidiar Romney. Reaccionó tarde ante la brutal campaña demócrata que lo presentó como un plutócrata sin entrañas, la personificación del 1%, un símbolo de la oligarquía que se enriquece gracias a sus conexiones en el mundo de las finanzas mientras se amuralla detrás de sus privilegios fiscales y se desentiende de la suerte de los que más necesitan.

Su condición de millonario, con una fortuna estimada en 200 millones de dólares, el retraso en hacer públicos los impuestos que paga y el hecho de que parte de su patrimonio se encuentre localizado en paraísos fiscales, dañaron el intento de sus estrategas de presentarlo como un empresario de éxito con las cualidades y la experiencia que se necesita para volver a crear riqueza. La difusión de un vídeo en el que hacía comentarios, como mínimo poco caritativos, sobre el 47% que depende de la ayuda del Estado para subsistir tampoco lo ayudó gran cosa.

Sin embargo, ¿por qué no se arruinó ahí su carrera? ¿Cómo ha conseguido mantener la igualdad en las encuestas hasta el último minuto? Sin duda, ha demostrado ser un candidato más rocoso de lo que se preveía, con una capacidad de enganche entre los estadounidenses que puede provenir de dos cosas. Ha sido el primero que ha bajado a Obama del pedestal, derrotándolo en un debate que permitió hacer visibles los límites de su presidencia ante todos. Además ha tenido la habilidad de hacer verosímil una nueva etapa de esplendor si se restaura el reaganismo, con menos impuestos y menos Estado, pese a que todavía están a la vista los estragos a los que condujo esta escuela.

Si se impone hoy, Romney compartirá con Obama el mérito de seguir echando por tierra tabúes anacrónicos que actuaban a modo de barrera invisible limitando la capacidad política de algunas minorías, ya que será el primer presidente mormón de la historia. Como ocurrió hace cuatro años con el origen racial del actual presidente, la religión de Romney no ha sido un factor extremadamente divisivo, ni siquiera entre los fundamentalistas cristianos o los evangélicos, que aborrecen la iglesia a la que pertenece.

Mitt romney el candidato millonario que bajó a obama del pedestal