El escándalo de Bo Xilai marca la pauta

La Voz

INTERNACIONAL

08 nov 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

El último traspaso de poder, de Jiang Zeming a Hu Jintao en el 2002, fue una transición estable. No se sabe si en el 2012 también se cumplirá el guion, pero el escándalo de Bo Xilai, que aún no ha sido juzgado, ya ha añadido en los últimos meses unas dosis de intriga al proceso que nadie esperaba. La expulsión del Partido Comunista de su exsecretario en la ciudad de Chonqing y miembro del exclusivo Comité Permanente del Politburó, acusado de corrupción, se ha convertido en la mayor crisis política desde la matanza de Tiananmen. Son muchos los que ven su caída en desgracia como una maniobra para deshacerse de un poderoso rival político para Xi Jinping.

Si algo no se perdona dentro del partido son las conductas demasiado individuales. En China no se vota al candidato, se le selecciona buscando el consenso entre los diferentes grupos de poder. Mao Zedong y Deng Xiaoping escogieron a sus propios sucesores. Xi Jinping no era el candidato preferido de Hu, lo era Li Keqian, quien previsiblemente se convertirá en primer ministro sustituyendo en marzo a Wen Jiabao. Pero en los últimos meses, Xi se ha convertido en el único candidato aceptable por todas las facciones, ya que en el Partido Comunista hay, al menos, dos grandes grupos.

Dos grandes grupos

Por una parte, los «populistas», liderados por Hu Jintao, en teoría partidarios de disminuir las cada vez mayores diferencias entre ricos y pobres y las abismales entre la costa, más desarrollada, y el interior. Por otro, los «elitistas», defensores del libre mercado, al que pertenecería el propio Xi Jinping, un principito, como se les llama a los hijos de los fundadores del partido. En palabras del propio portavoz del 18.º congreso, el caso de Bo Xilai, «representa una profunda lección», a la vez que anunció que la lucha contra la corrupción será una de las prioridades en las líneas maestras del nuevo Gobierno.