La arriesgada táctica de la oposición

Miguel A. Murado

INTERNACIONAL

09 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Estaba claro que la oposición laica egipcia no acudiría ayer a la invitación para dialogar que le extendió el presidente Mursi. La explicación pública de este boicot es que el presidente no hizo más que concesiones cosméticas. Pero esto no es del todo cierto. Mursi aceptó derogar sus poderes especiales dentro de una semana y se comprometió a convocar elecciones constituyentes si la nueva Constitución no resulta aprobada por el pueblo el día 15. Ayer, a última hora, incluso parecía ofrecer el aplazamiento del referendo.

Horas antes, su vicepresidente había ofrecido incluso una nueva oportunidad de consensuar el texto (que ya era, no hay que olvidarlo, un texto consensuado) antes de someterlo a referendo. No era todo lo que pedía la oposición, pero casi. El resto podían haberlo logrado negociando. ¿Por qué han preferido, entonces, jugárselo todo a la carta de la tensión callejera?

Se trata de un cálculo tan lógico como peligroso. Las manifestaciones de la semana pasada han sido muy extrañas. Se ha insistido mucho en la presencia de tanques en las calles, pero estos se redujeron a varios blindados a las puertas del palacio presidencial. Está claro que el Ejército se desentiende de proteger al Gobierno. Esto no es sorprendente, ni quizá siquiera sea malo, pero es extraño que la policía, que en teoría está a la órdenes directas del Gobierno, tampoco haya aparecido por ninguna parte.

Aunque esto parece habérsele pasado desapercibido a la prensa internacional, salvo uno, todos los muertos de estos días eran simpatizantes islamistas abatidos por disparos o a golpes a manos de los laicos. Docenas de sedes de los Hermanos Musulmanes han sido atacadas o incendiadas por enmascarados sin que apareciese un solo agente para protegerlas. Ante la soledad del Gobierno, la oposición ha visto la posibilidad de descabalgar a Mursi por la vía rápida, simplemente repitiendo el mismo procedimiento por el que se hizo caer a Mubarak.

Pero la estrategia es arriesgada porque esta vez no se trata de Mubarak, sino de un Gobierno electo y que tiene una base de apoyo popular real. La oposición laica coquetea peligrosamente con los matones del antiguo régimen, que son evidentemente quienes asoman detrás de las muertes e incendios de estos días. A la vez, se está tendiendo una alfombra roja para que rueden por ella los tanques si la espiral de violencia se descontrola. Ganar elecciones es difícil, porque hay que convencer a mucha gente, pero a larga es una táctica mejor.

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