Si la mayor economía del mundo no está en condiciones lidiar con sus problemas financieros, no es una buena señal para la economía global
27 dic 2012 . Actualizado a las 22:03 h.El regreso del presidente estadounidense, Barack Obama, de sus vacaciones navideñas como última demostración de fuerza en las negociaciones para evitar el temido «abismo fiscal» no parece estar logrando el resultado esperado. En Washington ya se vislumbra un fracaso en las conversaciones sobre el presupuesto.
«La esperanza de éxito decayó durante la Navidad», escribió este jueves el Washington Post, mientras que las agujas del reloj corren cada vez más deprisa: antes del 31 de diciembre el gobierno y los republicanos deben sellar un compromiso para poner fin a la disputa presupuestaria. Pero las primeras voces del Congreso ya apuntan al fracaso.
Durante meses se dijo que demócratas y republicanos debían alcanzar un acuerdo antes de fin de año, de lo contrario se producirá un «abismo fiscal» a principios del 2013, caracterizado por drásticos recortes del gasto público y subidas generalizadas de impuestos por un total de cerca de 600.000 millones de dólares (465.000 de euros). Y esto podría sumir a Estados Unidos en una nueva recesión.
¿Pero hasta qué punto es realmente peligrosa la situación? Expertos más prudentes ya han manifestado reiteradamente que un fracaso no tiene por qué conllevar un desastre inmediato a comienzos de año. El aumento de los impuestos y los recortes de gastos no se sentirán el 2 de enero, sino que será un proceso más lento.
¿Mucho ruido y pocas nueces? No del todo. La amenaza inminente son los mercados financieros y las agencias de calificación. Con un fracaso, los mercados internacionales podrían reaccionar con nerviosismo e inquietud, el precio de las acciones podría caer en picado y una o más agencias de calificación podría poner en aprietos la solvencia de Estados Unidos. Pero hasta ahora, los mercados permanecen llamativamente estables.
Tampoco la rebaja de la calificación por parte de S&P después de la debacle financiera del 2011 parece haber dañado la credibilidad crediticia del país. La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde, ya expresó semanas atrás cuál era el fondo de la cuestión: la pérdida de confianza. Si la mayor economía del mundo no está en condiciones lidiar a tiempo con sus problemas financieros, no es una buena señal para la economía global.
Obama quiere que los que ganen más de 250.000 al año paguen más impuestos, a lo que los republicanos se oponen
De hecho, los protagonistas de la disputa en Washington se muestran increíblemente relajados a pocos días de la fecha límite. Los senadores, que regresaron hoy a Washington tras las fiestas navideñas, no encontraron una propuesta concreta sobre sus escritorios. Los medios estadounidenses informaron que durante la pausa no hubo ni siquiera negociaciones detrás del escenario. Tampoco desde el Senado, donde los demócratas tienen la mayoría, llegaron hasta el momento señales de un gran avance. Además, cualquier resolución de proyecto de ley deberá pasar luego por la Cámara de Representantes, donde los partidarios ultraconservadores del Tea Party han ensayado un levantamiento en la última semana asestándole una dura derrota al líder republicano John Boehner.
El problema central sigue sin resolver. Aunque ambos partidos están de acuerdo en que para la gran mayoría de los estadounidenses no debe haber aumentos de impuestos, las opiniones difieren en cuanto a los que ganan más. Obama quiere los ciudadanos con un ingreso mayor a los 250.000 al año paguen impuestos más altos, pero muchos republicanos se oponen categóricamente a esta medida.
El New York Times parte de que la mayoría republicana en el Congreso quieren esperar unos días. El 3 de enero los legisladores volverán a elegir a Boehner y solo después esperan que la situación se relaje.