Una supuesta hija ilegítima, infidelidades y asuntos económicos irregulares son algunos de los motivos que han puesto contra las cuerdas al Rey Alberto II y A su familia.
30 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Bélgica es un puzle de identidades en el que la Corona siempre ha puesto algún esparadrapo para mantener unidos los distintos intereses. Este rol fue asumido por el ya fallecido Rey Balduino hasta su muerte, en 1993, cuando el testigo pasó a manos de u sobrino Alberto II, que no ha conseguido las mismas simpatías. En realidad, pesan más los escándalos en los que se han visto envueltos el monarca y su familia que sus esfuerzos por dotar a Bélgica de un Ejecutivo sólido. La reputación de la institución se ha degradado poco a poco a la par que la monarquía española. En el último año han aflorado todo tipo de secretos, prácticas y conductas entre los miembros de la familia real, que han obligado al propio Gobierno a intervenir y poner orden para asegurar el futuro de la Corona y del país, que se enfrentará a nuevas elecciones en el 2014. El último episodio, más propio de una telenovela que de un órgano representativo del Estado, ha sido la presentación el pasado martes de una demanda de paternidad por parte de Delphine Boël, supuesta hija ilegítima del rey Alberto, que tendrá la posibilidad de cotejar su ADN con el de sus presuntos hermanos, ya que la figura del rey dispone de inmunidad.
Para los belgas, esto no es nada nuevo. En 1999 el periodista flamenco Mario Danneels reveló la existencia de Boël en una biografía no autorizada sobre Paola Ruffo di Calabria, la esposa del rey. El monarca guardó silencio desde entonces, pero, ante la presión de la prensa y las evidencias, Alberto reconoció públicamente en un discurso de Navidad que su matrimonio estuvo al borde de la ruptura y por esa razón ambos mantuvieron relaciones extraconyugales, entre ellas la que unió a Alberto con la baronesa Sybille de Selys Longchamps a finales de los años sesenta. Este hecho, más allá de lo anecdótico, es un síntoma de la salud de la familia real belga. El debate sobre una hipotética abdicación del rey en el mes de julio sigue candente, aunque la idea de que su hijo Felipe tome las riendas de la Corona no satisface a casi nadie.
Según los sondeos de la Radio Televisión Belga (RTBF) y el diario La Libre Belgique, un 83% de los encuestados creen que el rey Alberto debe seguir en su puesto hasta las próximas elecciones. Esto no significa que avalen su trabajo, sino que al menos el 58 % considera que su hijo no está preparado para los desafíos a los que tendrá que enfrentarse Bélgica el próximo año. Fuentes periodísticas cercanas a la familia real apuntan que ni siquiera su propio padre confía en la capacidad del príncipe heredero para reinar. Pese a los líos de faldas de los monarcas, el momento de mayor fragilidad para la Corona se vivió a principios de este año cuando se supo que la reina Fabiola, de origen español, registró una fundación en octubre del 2012 con el nombre de Fons Pereos para poder esquivar al fisco y legar su fortuna a sus sobrinos sin tener que pagar al Estado el 70 % de lo que exige el impuesto de sucesión en casos de herencias a familiares no directos. Sus Estatutos establecen que el objetivo principal de la fundación es «filantrópico y de ayuda a los miembros de la familia real en primer lugar, así como divulgar las obras en recuerdo de Balduino y Fabiola».
Reproches a Fabiola
Con este gesto, la siempre respetada reina Fabiola se ganó el reproche de ciudadanos y líderes políticos que exigieron una reforma de la fiscalidad de la monarquía: «Ni el rey ni el Gobierno estaban al corriente de la creación de esta fundación. Dada la posición de la reina y su dotación pública, este hecho plantea un problema ético», llegó a asegurar el primer ministro belga, el socialista Elio di Rupo, que apoyado por otros siete partidos políticos anunció cambios en el sistema de dotaciones de la casa real, una reducción de las partidas y la obligación de pagar impuestos por los ingresos registrados. En el futuro, solo los reyes y el heredero o heredera junto con su pareja tendrán derecho a beneficiarse de la partida presupuestaria dedicada a la Corona. Esta medida no afectará a los hermanos de Felipe, la princesa Astrid y el príncipe Lorenzo, que verán reducidas sus dotaciones progresivamente.
La mala imagen de los hijos
Su portavoz se encargó de trasladar a la prensa las explicaciones de lo que había ocurrido, pero apenas surtió efecto en la opinión pública. Según apuntan desde palacio, la idea de la reina era financiar la fundación con el dinero legado por sus familiares, no con el patrimonio procedente de las dotaciones públicas anuales que recibe desde 1993 como viuda del rey Balduino. La prensa local cifra en 27 millones de euros el desembolso que ha hecho el Estado desde entonces como compensación. Pero el rey deberá hacer frente también a la mala imagen y reputación que se han ganado sus hijos. La opinión pública, la prensa y los enemigos políticos de la monarquía belga se ensañan a menudo con la figura más débil de la familia, el rebelde príncipe Lorenzo, sobre el que recaen gran parte de las críticas, mofas y serias dudas sobre su verdadero origen. El menor de los hermanos, que creció sin la atención de sus padres en el seno de una familia desestructurada, escandalizó a todos con su polémica visita al Congo en el 2011, cuando el país africano se encontraba en campaña electoral. Todo ello sin el permiso de la Casa Real y con la negativa del Gobierno de Bélgica en la mano. Altercados en aviones, acusaciones de malversación de fondos públicos, maltrato y adulterio se suman a una historia que trae de cabeza al rey Alberto. El Gobierno lo llamó en una ocasión al orden y amenazó con retirarle la dotación que recibe de los Presupuestos.