Los golpes de Estado están siempre llenos de ironías. La justificación del de Egipto se basó en parte en el estado ruinoso de la economía bajo el gobierno de Mohamed Mursi, y ahora resulta que los generales, después de varios tropiezos y dudas, han puesto como primer ministro provisional a Hazem Beblaui. Fue este economista de 77 años quien, como ministro de Finanzas en el anterior Gobierno militar, pilotó en gran parte el hundimiento de la economía egipcia del que se acusa, bastante injustamente, al Gobierno de Mohamed Mursi.
Por mucho que diga la oposición, los números cantan. El hundimiento de las reservas financieras, de 36.000 millones de dólares a 14.000 millones, se produjo bajo el régimen militar, con Beblaui de ministro durante buena parte de ese período. El expresidente Mursi, con toda su torpeza (que era bastante), logró de hecho aumentarlas ligeramente hasta 16.000 millones. También fue con Beblaui cuando se hundió el turismo y se dispararon el paro y la deuda, aunque tampoco se puede decir que fuese culpa suya (paro y deuda son incluso ahora inferiores a los de España, en todo caso).
Para cuando llegó Mursi, Beblaui había apalabrado ya un rescate de casi cinco mil millones de dólares del FMI a cambio de un plan de reformas liberalizadoras salvajes, incluida la dolorosa medida de suprimir los subsidios populares a los hidrocarburos. Pero Mursi, cuyo electorado son más bien los pobres que los religiosos, logró evitarlo recurriendo a un préstamo de sus aliados de Catar. Fue entonces, casualmente, cuando empezó de verdad el ruido de sables.
Quienes todavía crean que todo esto es un conflicto entre laicos e islamistas deben fijarse más en el fondo que en el primer plano. Los salafistas (islamistas más radicales que los Hermanos Musulmanes) son ahora la fuerza política dominante.
La reforma constitucional que se anunció el lunes mantiene el principio de que «la sharia es la fuente del derecho», que tanto se criticó a Mursi, y que en realidad estaba ya en la Constitución de Mubarak y en las de todos los países de mayoría musulmana.
Los liberales se han quedado mudos y los jóvenes activistas amateur de Tamarud (Rebelión) han sido relegados de manera humillante, una vez cumplida su función de «cara amable» del golpe (pueden seguir usando Facebook, eso sí).
Arabia Saudí, rival de Catar y patrono de los salafistas, emerge como banquero del nuevo régimen militar. No es casualidad que el anuncio del nombramiento de Beblaui, el economista liberal, viniese acompañado, casi simultáneamente, de este otro: Arabia Saudí y los Emiratos prestarán cinco mil millones de dólares a Egipto. En unos días oiremos algo del FMI.