La Justicia china condena al exdirigente comunista Bo Xilai a cadena perpetua

esperanza calvo PEKÍN / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

La condena más grave le ha sido impuesta por aceptar sobornos, a la que hay que sumar 15 años por malversación de caudales públicos y 7 por abuso de poder

23 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

En España es inimaginable que un político sea condenado a cadena perpetua por corrupción, sobre todo porque nuestro ordenamiento jurídico no contempla un castigo tan severo. Pero en China, a pesar de la dureza de la sentencia, muchos esperaban la pena de muerte para el exdirigente comunista Bo Xilai.

La condena más grave, cadena perpetua, le ha sido impuesta por aceptar sobornos, a la que hay que sumar 15 años por malversación de caudales públicos y 7 por abuso de poder, además de la incautación de todos sus bienes, que ascienden a 2,5 millones de euros. Sus abogados apelarán en los próximos días.

La sentencia ha tumbado todos los argumentos de la defensa del exministro y exmiembro del Politburó. La estrategia del desafiante Bo, que intentó demostrar la debilidad de las pruebas acumuladas contra él, ha sido en vano. Tampoco su estudiada cautela para no enfrentarse directamente al partido ni al sistema judicial. En ningún momento deslizó la más mínima duda sobre la legalidad del proceso. Sin embargo, sus argumentos no han surtido efecto y el Partido Comunista Chino ha querido un castigo ejemplar.

Con una sentencia tan severa se elimina para siempre la influencia del que fue un verso suelto en la estricta ortodoxia del partido. Sus proclamas igualitarias y de vuelta al maoísmo solo pretendían canalizar de una forma artificial e interesada el descontento social, para acumular más y más poder. Pero el ansia de protagonismo de Bo fue demasiado para la tolerancia de las otras facciones del partido, que basa su supervivencia en el equilibrio de poder entre las diferentes familias políticas.

Seguramente, Bo Xilai no será el más corrupto del Partido Comunista Chino, pero con su actitud compró demasiadas papeletas para convertirse en el chivo expiatorio con el que denunciar la corrupción. El mensaje está claro: si ha caído Bo Xilai, cualquiera puede seguir sus pasos.