Netanyahu, presionado por sus ministros

INTERNACIONAL

13 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Estaba previsto que el Gobierno israpelí tomase ayer u hoy una decisión definitiva acerca de si lanzar un ataque terrestre sobre la Franja de Gaza o no. Por eso existía una prisa especial en reunir al Consejo de Seguridad de la ONU para impedirlo. Finalmente, se consiguió ayer. La resolución acordada es tan roma como siempre cuando se trata de esta parte del mundo. El texto cumple escrupulosamente con los criterios de aceptabilidad para EE.UU., que hacen que todo se diga con frases vagas y culpas abstractas. Sin embargo, el momento concreto de su aprobación y una lectura muy entre líneas apunta claramente a Israel, a quien va dirigida la advertencia contra una escalada de la violencia. Eso es, ciertamente, lo que sería una invasión terrestre que, si nos basamos en el precedente de la Operación Plomo Fundido del 2008-9, podría multiplicar por diez los muertos palestinos, que ayer ya pasaban de los 125, civiles en su mayor parte y niños en un buen número. Puesto que Washington no ha vetado esta resolución, Israel sabe que la Casa Blanca no recibiría bien una acción de este tipo. Y puesto que Tel Aviv habrá sido informado de antemano, a esta resolución es a lo que se refería el primer ministro Netanyahu cuando dijo hace un par de días que las presiones de la comunidad internacional no afectarían a su decisión.

Atrapado en su retórica

El problema para Netanyahu es que sabe que una operación terrestre no lograría el objetivo de destruir la capacidad de Hamás de lanzar cohetes contra Israel, como no lo logró Plomo Fundido en su día. De hecho, lo único que ha sido eficaz a la hora de frenarlos han sido las treguas. Pero, como tantos líderes israelíes antes que él, Netanyahu se encuentra atrapado por su propia retórica. Tras repetir durante años que la única solución a los problemas de seguridad de Israel es la fuerza, el público le exige ahora que aplique esa solución mágica. Como les sucedió en su momento a Ehud Barak, a Ariel Sharon y a Ehud Olmert, el primer ministro se ve rebasado en radicalismo por su Gabinete, el Parlamento y el público en general, produciendo el extraño efecto óptico de que el primer ministro se modera -a Sharon se le llegó a calificar de centrista-. Lo que ocurre en realidad es que el primer ministro se queda inmóvil y lo que se mueve es el espectro político, siempre más hacia la derecha -entendida aquí como una actitud más belicosa en cuestiones de seguridad-. Dentro del Gobierno y la coalición electoral los cuchillos ya están desenfundados. La decisión de atacar Gaza por tierra o no dependerá sobre todo del resultado de esa escaramuza de gabinete.