A veces sucede en política que la negación vehemente de algo debe tomarse como una confirmación. Donde el ministro de exteriores británico Philip Hammond declaró el viernes que Gran Bretaña no entraría nunca en una alianza con el régimen de Bachar al Asad para contener al Estado Islámico hay que leer que esa alianza está en marcha, aunque sea bajo la mesa. Se ha filtrado, por ejemplo, que Estados Unidos está ya proporcionando información de sus satélites al Ejército sirio para que puedan dirigir su aviación y su artillería hacia los operativos yihadistas, lo que explica la asombrosa mejora de su puntería en los últimos días. La transacción no se hace directamente, sino a través de los servicios de Inteligencia alemanes, y probablemente no se reconocerá nunca públicamente. También se habla de extender a Siria los ataques que la aviación norteamericana está llevando a cabo en Irak, lo que sería imposible sin el consentimiento de Al Asad. Este también lo negará en público, y hasta es posible que proteste por esa violación de la soberanía siria. En privado, en cambio, respirará aliviado y disfrutará de paso de la ironía: hace exactamente un año, se hablaba de una intervención aérea norteamericana en Siria, pero entonces era contra sus tropas y a favor de la oposición. Ahora sería exactamente al revés.
Mientras tanto, la cadena de televisión Al Yazira informaba ayer de que cientos de soldados iraníes, con apoyo de blindados, habían cruzado la frontera de Irak para combatir a los milicianos del Estado Islámico en Jalawla. Aunque Teherán y Bagdad lo negaron unas horas más tarde, podría tratarse de un globo sonda en preparación de una posible emergencia que obligase a los iraníes a intervenir. Jalawla está muy cerca de su frontera y es además clave en la estrategia del Estado Islámico, que busca completar el cerco de Bagdad por el este toda vez que ya controla los accesos por el norte y el oeste. Sea como sea, Irán ha estado concentrando fuerzas en esa zona sin que Washington, significativamente, haya dicho nada al respecto. Estados Unidos e Irán ya han colaborado en la operación, dudosamente constitucional, para apartar a Nuri al Maliki del poder en Bagdad y si la situación se sigue agravando no sería inimaginable un acuerdo informal para que los iraníes proporcionen las botas sobre el terreno en Irak y Estados Unidos el apoyo aéreo en esta nueva guerra contra el Estado Islámico.
Lo que no veremos, seguramente, es una rectificación, el reconocimiento de que alimentar una sublevación islamista contra el régimen sirio ha traído algo mucho peor. Después de casi doscientos mil muertos, es mejor engañarse, como lo hacía recientemente Hillary Clinton, pensando que todo esto es por no haber alimentado todavía más la violencia contra Al Asad.
El mundo entre líneas