«Sufrimos el éxodo sirio y la destrucción de la salud de los griegos»

M. F. ATENAS | ENVIADA ESPECIAL

INTERNACIONAL

Carlos Castro

Asegura que la crisis «ha aniquilado a la familia, lo más importante en Grecia»

25 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El drama de los inmigrantes y el de la propia Grecia confluyen en Apostolos Veizis (1971, Atenas), director del operativo de Médicos sin Fronteras (MSF) en el país heleno. Él lidia en este momento con dos grandes tragedias. La del éxodo sirio y lo que considera la «destrucción de la salud griega». Explica que empezaron a trabajar en 1996 con inmigrantes y refugiados que llegaron de países como Bulgaria y Albania tras el colapso de la URSS. «No tenían atención. Eran como invisibles», cuenta. Hubo un proceso de regularización. Después, en el 2007, comenzaron a llegar en barco, a las islas. En el 2010 la emigración se desplazó a las fronteras terrestres. 

-¿Por qué sucedió esto?

-Es fácil llegar por Turquía. Además, el precio para cruzar a las islas era de entre 2.000 y 3.000 dólares y para cruzar por tierra era de entre 200 y 300 dólares. Llegaron muchos. Estuve en un centro que en el que había 200 personas cuando era solo para 50. Fue una de las peores experiencias. Tuve que entrar en la habitación y saltar por encima de los cuerpos de la gente. Estaban como sardinas. Creo que la idea que quieren aplicar es que, si mantienes a la gente en malas condiciones, no vendrán. Yo les he explicado que para los sirios o para la gente que sufre otras guerras no hay elección. Es la vida o la muerte.

-El Gobierno griego levantó un muro en la frontera turca.

-En agosto del 2012 el Gobierno tomó varias decisiones. Levantar un muro en la frontera con Turquía. Enviar 1.800 policías a las fronteras. Y, supuestamente, recoger a la gente que vivían en la calle. En realidad eran detenciones. Fueron llevados a centros. Antonis Samarás en su primer discurso de precampaña dijo que tenía que liberar el centro de las ciudades de los bárbaros. También dijo que intentaba prevenir la llegada de inmigrantes porque eran los responsables de la situación de Grecia. Fue una operación de limpieza. 

-¿Ha subido el flujo en los últimos tiempos?

- En el 2014 la inmigración creció un 83 %. El flujo volvió a las islas. Hemos tenido un incremento enorme de sirios. En el 2013 vinieron 8.500. Y en el 2014, solo hasta el final de octubre, llegaron 13.500. Tenemos a familias, a niños y a ancianos. Es un éxodo. Los sirios obtienen un documento que impide que sean deportados en seis meses. Pero no tienen asistencia sanitaria. La mayoría intenta cruzar hacia el norte por las fronteras de Macedonia y Albania.

-Grecia es un país de tránsito.

-Pero eso no significa que no tenga responsabilidad. Y Europa también. Hay niños, mujeres embarazadas, personas heridas... El 45 % de las llegadas a Grecia son sirios. En el caso de las islas es el 90 %. Por ley, en una situación de emergencia, un inmigrante sin documentos debe ser atendido en un hospital. Pero las mujeres embarazadas no son consideradas una emergencia. Si quieres tener un niño tienes que pagar. Si tienes diabetes o problemas cardiovasculares eso tampoco es una emergencia. Los hospitales lo tienen muy difícil debido a los recortes. En el pasado podías ser más flexible. Por eso viene tanta gente a las oenegés, pero nosotros tenemos una capacidad de atención limitada. En esta crisis la sanidad es una cuestión difícil para los inmigrantes y para los griegos. La sanidad ha dejado de ser prioritaria.

-Tuvieron atención para pacientes griegos también.

-Sí, la tuvimos, pero ahora no. Aunque estamos controlando ciertos lugares donde podríamos volver a intervenir. La salud mental de los griegos está siendo destruida. Los suicidios aumentaron un 40 % desde el 2009 hasta el 2012. A veces se dice que los medios exageran. No exageran. Con los recortes, la gente siente que su vida es cada vez más miserable. En el centro de Atenas un hombre de 60 años tiró a su madre de 80 desde un balcón y después se arrojó él también. Murieron los dos. Él dejó una nota: «Si yo me suicidio mi madre morirá porque nadie cuidará de ella. La mato antes para que no sufra». La crisis ha aniquilado a la familia, que era lo más importante en mi país. Ahora los padres pensionistas, debido a los recortes, no pueden ayudar a sus hijos, como sucedía antes. Mi padre, por ejemplo, llora porque no puede comprar un juguete para su nieto. Antes de la crisis había unas cien personas que iban a los centros de reparto de alimentos. En dos años hay 2.000 personas solo en Atenas. 

-Hay enfermedades que se han disparado en Grecia.

-Y tenemos una epidemia de sida en el centro de la capital. No llegó de un día para otro. Se dejaron de repartir jeringuillas y condones. Algunos desempleados empezaron a prostituirse... Si tienes hipertensión y dejas de tomar tu medicación te acaba dando un infarto en tres o cuatro meses. Te llevamos al hospital y cada día en la unidad de emergencia gastas 5.000 euros. Hay que invertir en prevención, es más barato. Tuvimos una epidemia de malaria, ahora no», cuenta.

El consumo de alcohol y el consumo de drogas han aumentado. Y se incrementa la delincuencia. Acción, reacción. 

-¿Habrá una recuperación?

-No es fácil. Y aspirar a tener una buena vida es lógico, no es un lujo. Pero lo que hemos perdido no volverá. Estoy convencido. ¿Qué debe hacer ahora el Gobierno? Tiene que priorizar. Nunca puedes recortar en sanidad y en bienestar social. ¿Por qué tenemos que gastar un 10 % del presupuesto en Defensa? Porque compramos armas a Alemania, Francia y el Reino Unido. ¿Por qué necesitamos 300 diputados? Además, ellos no se han recortado el sueldo en estos años. Pero no debemos hacer que el árbol nos impida ver el bosque. Aquí ha habido caos y mucho clientelismo. Hemos votado porque este o aquel político nos conseguía un trabajo. Aunque los que están pagando la factura de la gente no son los que tienen el dinero. Son los trabajadores y los pensionistas, los que pueden ser controlados para aplicar los recortes. Y es muy triste. En mi edificio la mayoría de los vecinos están en el paro. Si llevo una pizza a mi piso me siento culpable, porque tengo algo para comer. Y no tengo por qué sentirme de esa manera.