El ajustado resultado que pronostican los sondeos obligará a Syriza o a Nueva Democracia a buscar pactos
20 sep 2015 . Actualizado a las 09:41 h.Cuando Alexis Tsipras convocó elecciones anticipadas después de firmar, en pleno mes de vacaciones, el tercer rescate lo hizo plenamente convencido de que una limpieza de los díscolos de su partido le beneficiaría. Las encuestas ofrecen un escenario casi impensable hace ocho meses: un resultado muy ajustado entre Syriza y Nueva Democracia. Conseguir la mayoría absoluta se antoja imposible para los dos partidos por lo que el futuro Gobierno heleno está encaminado a ser un Ejecutivo de pactos.
El sistema electoral griego otorga cincuenta escaños a la formación que obtenga más votos, esa será la clave en estas elecciones. Si el partido que gana roza el 30 % tan solo necesitaría el apoyo de uno o dos partidos más pequeños para asegurar una mayoría parlamentaria. Pero si está muy por debajo del 30 % estaríamos hablando de una gran coalición e incluso no se descartaría repetir las elecciones.
Sin mayorías absolutas en el horizonte quien posea el «bono ganador» tendrá el poder de crear una coalición para gobernar. Syriza es favorable a cooperar con los socialistas del Pasok e incluso con los centristas de To Potami. Su santiguos socios, los nacionalistas derechistas de Griegos Independientes (Anel), podrían quedarse fuera del Parlamento.
Los conservadores de Nueva Democracia, la gran revelación de estas elecciones, intentarán formar un Gobierno con el mayor número de partidos proeuropeos posible. Defensores de cumplir con los acreedores, su líder, Panagiotis Meimarakis, le ha tendido la mano a Syriza, pero Tsipras prefiere no contar con su apoyo. Los conservadores podrían pactar con el Pasok y To Potami siempre que ganen las elecciones, de lo contrario ni por esas podrían desbancar a la coalición de izquierda radical.
Alto índice de indecisos
La desilusión ha sido la tónica de estos comicios griegos, solo hace falta ver los cierres de campaña de los dos principales partidos, sin baños de masas ni grandes celebraciones. Y es que todos los estudios hablan de un alto índice de indecisos, por encima de lo que suele ser habitual en Grecia. Según Bridging Europe, seis de cada diez indecisos votaron en las pasadas elecciones a Syriza. Pero el escenario ha cambiado y ahora hay un nuevo partido en el tablero Unidad Popular.
Aquí es donde entra en juego el mediático y polémico exministro de Finanzas. Yanis Varufakis ha pedido el voto para la formación de los disidentes de Syriza liderada por el exministro Panayotis Lafazanis que defiende una salida del euro. Aún así, Unidad Popular ya ha declarado que no apoyará a ningún líder que no esté dispuesto a incumplir el tercer rescate, por lo que, en principio, estarán fuera del futuro Gobierno heleno.
La amenaza neonazi
Especial atención merece n los neonazis Amanecer Dorado que podría revalidar su posición de tercera fuerza más votada y convertirse en el principal partido de la oposición en el caso de que Nueva Democracia y Syriza decidieran coaligarse.
Tsipras ha sostenido que los sondeos no están mostrando el verdadero apoyo con el que cuenta Syriza, y se equivocarán como pasó en el referendo, el que se impuso el no por un amplio margen. «El domingo nuestra victoria no será marginal, sino magnífica», sentenció el exprimer ministro.
Gane quien gane estas elecciones griegas heredará un país que debe cumplir con la troika a cambio de los 86.000 millones de euros de rescate. En los próximos meses tiene que cumplir con más de 60 requisitos a cambio del tercer rescate, muchos impopulares, recortes de pensiones y subida de impuestos, entre otros. Además, se enfrentará al primer examen de los acreedores en las próximas semanas. Y a la complicada tarea de renegociar la deuda en Bruselas.
El político aburrido que resucitó a la derecha
Asumió el liderazgo del partido conservador sin rechistar, Vangelis Meimarakis, ha sido cinco veces parlamentario y presidente de la Cámara entre el 2012 y 2014. Su larga carrera dentro del partido lo convirtieron en una figura relevante pero desconocida para el electorado. No destaca por su carisma, tampoco tiene dotes de liderazgo. Los analistas lo califican como un hombre «directo» y lo ha demostrado en campaña, en la que no ha tenido ningún desliz.
De familia cretense, su devoción por Nueva Democracia le viene de cuna, su padre ya fue diputado con el partido conservador. Nació en la urbe, Atenas, estudió Derecho y está religiosamente casado. La austeridad que derrocó a su partido es la que ahora ha llevado a Meimarakis a luchar por el puesto de primer ministro. Cuando todo el mundo daba por derrotada a Nueva Democracia, después de liderar la opción del sí en el referendo, la bofetada de Europa a Tsipras ha devuelto al partido conservador a primera línea.
De su etapa en el Gobierno, como ministro de Defensa entre 2006-2009, con el inicio de la crisis, se le echa en cara la abultada compra de armamento. En apenas un mes ha conseguido deshacerse del perfil derechista de su predecesor y ha dado un giro a la centroderecha. Pero su oportunidad le ha llegado de rebote y en el momento en el que su partido renace, no por méritos propios, sino por el descalabro de Syriza.
De carismático héroe a villano
Estaba destinado a ser el líder revolucionario más joven de Grecia. Una nueva voz en Europa en contra de la austeridad y de la temida troika. Con su gran carisma, Alexis Tsipras (Syriza) convenció a los griegos de que el cambio era posible. Sin embargo, todas sus promesas se desvanecieron al toparse con una Alemania impasible. Él mismo confesó su error al negociar con Europa: «Nunca tuvimos un plan B». Claudicó porque se negó a ser recordado como el mandatario que rompiera la baraja. Pero por el camino ha llevado a Grecia a un referendo y un control de capitales que todavía hoy afecta a su economía. Se presenta a estas elecciones con un partido renovado, ha expulsado al ala más izquierdista de sus filas, a aquellos que intentaron bloquear la firma del tercer rescate.
Ya no hay promesas de lucha contra los tentáculos de los acreedores en su programa electoral. Ahora su convicción firme es cumplir a rajatabla cada una de las peticiones de la troika. Lejos queda su leyenda de joven inconformista, siempre se ha confesado admirador del Che Guevara, cuyo nombre, Ernesto, lleva uno de sus hijos. Vive en pareja sin estar casado, difícil de llevar en un país conservador como Grecia. Fue su mujer la que le animó a meterse en política y le amenazó con dejarlo si se doblegaba ante las peticiones de los acreedores, esto último no ocurrió, siguen viviendo juntos en Kypsely, un barrio obrero ateniense.
El díscolo que rompió con Syriza
Panayotis Lafazanis es el díscolo de Syriza. Sabe como poner nervioso a su antiguo camarada, el siempre sonriente Alexis Tsipras. El líder de la Plataforma Izquierdista provocó ser destituido como ministro de Energía por sus constantes desplantes a Tsipras. Ahora tiene su propio partido, Unidad Popular, que promueve la vuelta al dracma. Lucha por obtener representación en el Parlamento, el apoyo de Yanis Varufakis a su formación amenaza con darle alas.
Aunque lleva con Alexis Tsipras desde sus inicios siempre ha pertenecido a una corriente más radical y anticapitalista. Este sexagenario barbudo empezó como militante en el Partido Comunista de Grecia (KKE) el cual abandonó para fundar la Coalición de la Izquierda y Progreso (Synapismos). Su pasado profesional se limita a sus estudios a medio terminar de Matemáticas. Su discurso siempre ha sido muy duro con los acreedores: acusa a la UE de ser un proyecto «totalitario».
Una mujer de raza
Es la única candidata de esta cita con las urnas. Las encuestas le dan la llave, junto a To Potami, de la futura coalición de Gobierno. Esta mujer de raza lleva al partido socialista en la sangre, su padre fue el segundo del fundador del Pasok, Andreas Papandreu, en los años ochenta. Fofi Gennimata asumió el liderazgo del partido poco después de la debacle de su formación en las elecciones de enero.
Los socialistas quedaron relegados a un humillante séptimo lugar. Su reto será hacer olvidar al electorado la firma, junto a Nueva Democracia, de dos memorandos con la troika. Es más, desde un principio se ha ofrecido a colaborar con Syriza, lo que los analistas interpretan como un «giro magistral» para recuperar la confianza de su electorado más a la izquierda.
Con varias carteras ministeriales a sus espaldas Gennimata ha intentado durante la campaña reivindicar el legado histórico del Pasok.