Birmania vota entre la ilusión del cambio y el miedo a los militares

Marina Chiavegatto RANGÚN / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

El país celebra las primeras elecciones libres en los últimos 25 años

08 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Día histórico para Birmania. Sus habitantes participan hoy en las primeras elecciones libres desde 1990, unos comicios que giran entre la ilusión por el cambio y el miedo a la reacción que puedan tener los militares si se produce. Concurren más de 90 partidos, aunque toda la atención se centra en dos. De un lado, los actuales dirigentes. El Ejército, con Thein Sein a la cabeza, quiere mejorar su imagen internacional después de 50 años de cerrada dictadura. El régimen, ahora transformado en un Gobierno de apariencia civil, lleva en el poder desde 1962. 

En el otro lado está la líder de la oposición, Aung San Suu Kyi. «La Dama», como es conocida en Birmania, es una figura muy carismática en el país. Premio Nobel de la Paz e hija de uno de los héroes de la independencia, asesinado cuando ella tenía solo dos años, Suu Kyi dedicó su vida a luchar por la libertad. Ganó las elecciones de 1990 pero el Gobierno canceló los comicios y la confinó a más de una década de arresto domiciliario. Pasó 15 de los últimos 25 años encarcelada y fue liberada en el año 2010, meses antes de que se instaurase el Gobierno actual.

Su partido es el favorito en los comicios aunque, si gana, la premio Nobel no podrá ser presidenta. El motivo radica en que, según el articulo 59F de la Constitución, están descalificados como representantes aquellos que estén casados o que tengan hijos extranjeros. Suu es viuda de un militar británico y sus dos hijos tienen pasaporte europeo. Pese a este inconveniente, ya ha explicado repetidas veces que, si su partido logra imponerse, será ella quien gobierne aunque no tenga el título de presidenta. 

Reforma de la Constitución

Es uno de los temas clave de estas elecciones: ¿Podrá la NLD (el partido de Suu Kyi) reformar la Constitución si se hace con el poder para que pueda ser ella presidenta? La respuesta es que, por lo menos de forma inmediata, no. El Parlamento está constituido por un 75% de representantes civiles y un 25% de militares. Eso dificulta el escenario para la oposición, que tiene que hacerse con más de 60% de los votos para disponer de mayoría mientras que el partido del Gobierno (apoyado por los militares) solo necesita poco más del 30% de los sufragios. La segunda peculiaridad es que los militares tienen derecho a veto en algunos de los temas aprobados en el Parlamento, incluida la tan hablada reforma constitucional necesaria para que la premio Nobel lleve el timón del país. 

A nivel internacional Suu Kyi suma también apoyos. El año pasado la visitó Barack Obama y hace solo 4 meses se desplazó ella a China para presentarse al régimen de Pekín. Esta última potencia es un importante aliado estratégico para Birmania. Sigue siendo su principal inversor extranjero, una herencia de la estrecha relación con la junta militar que gobernó el país hasta hace 5 años. Pero con la apertura democrática las relaciones se tensaron y empeoraron por los conflictos armados entre el Gobierno y las guerrillas étnicas beligerantes en las áreas fronterizas entre los dos países.

Una de las peculiaridades de los comicios es que, aunque las votaciones tengan lugar hoy, no se espera que el presidente sea elegido hasta el año que viene. El período poselectoral será, por tanto, decisivo. Todo indica que el cambio democrático dependerá de la capacidad del partido de Suu Kyi para conseguir pactar con otras fuerzas.

«Yo solo espero que todo sea pacífico»

ROMEO GACAD | AFP

Ilusión es la palabra que mejor define el ambiente que se vive en las calles birmanas en las últimas semanas. Si la pregunta es «a quién vas a votar este domingo» la respuesta es una y otra vez la misma: «La Dama». Suu Kyi está en todas partes: en las conversaciones, en los carteles, en las camisetas, en las pegatinas que llevan en el móvil o en los escaparates empapelados con fotos suyas. «Necesitamos urgentemente un cambio», dice Cho Cho, un taxista de Mandalay. «Si las elecciones son justas no hay ninguna duda de que la oposición ganará», afirma. «El problema es que de este Gobierno esperamos cualquier cosa menos democracia y transparencia».

Las votaciones tienen lugar en medio de varias polémicas. Según la agencia Reuters hay unos cuatro millones de birmanos que no podrán participar. La cifra incluye, entre otros, a los habitantes de las regiones del norte afectadas por las inundaciones y a los casi un millón de la minoría etnica Rohingya, a los que se les negó el derecho al sufragio.

Mucho se ha criticado también la falta de depuración del censo electoral. Todos conocen a algún birmano que no consta en el censo pero que sí ha encontrado el nombre de su tío o de su abuelo muerto. «En nuestro Gobierno son tan buenos que hasta los muertos resucitan para votar», comenta con ironía el cómico birmano Lu Maw antes de su espectáculo.

«Yo solo espero que todo sea pacífico», confiesa Saun To, un camarero de Bagan, «pero creo que si los militares pierden, habrá violencia». Es la sensación y la pregunta que todos se hacen: ¿Sabrá el Gobierno encajar una derrota? En las calles la ilusión se mezcla con el miedo. Los guías turísticos afirman que por culpa de los comicios el número de extranjeros que visitan el país ha bajado en los últimos meses mientras los hoteles, por su parte, intentan tranquilizar a sus huéspedes.

«Tenemos provisiones de agua y de comida para dos semanas», se puede leer en una hoja informativa expuesta a la entrada de un hotel de Mandalay. En el documento, el establecimiento aconseja a los clientes no alejarse de los aeropuertos internacionales en los próximos días, estar siempre localizables, no acercarse a las manifestaciones que se puedan convocar y a volver al hotel en caso de evacuación de la ciudad.

«Todavía nos queda un largo camino», opina Cho Cho. «Pero el cambio llegará».