Un soldado (anónimo) del califato

Manuel Fernández Blanco
Manuel Fernández Blanco LOS SÍNTOMAS DE LA CIVILIZACIÓN

INTERNACIONAL

14 jun 2016 . Actualizado a las 08:33 h.

A diferencia de los grupos terroristas occidentales, el Estado Islámico, y otros grupos yihadistas, pueden tener miembros sin saberlo. El autor de la matanza de Orlando, Omar Siddique Mateen, puede ser uno de ellos, como lo eran el matrimonio formado por Syed Farook y Tashfeen Malik, autores de la matanza del 2 de diciembre pasado en un centro médico de San Bernardino (California). En ambos casos, hicieron declaraciones jurando lealtad al Estado Islámico y perpetraron masacres. Al EI eso le basta para reconocerlos como de los suyos. En el caso de Mateen, se han apresurado a declararlo como «un soldado del califato».

En los primeros momentos, se dudaba sobre si la masacre de Orlando respondía a motivaciones homófobas o terroristas. En la ideología yihadista, esas dos motivaciones no son excluyentes. El mayor de los odios siempre se dirige a aquel que goza de un modo diferente al nuestro o de modo contrario a la tradición que profesamos. El padre de Omar Siddique Mateen destacó lo insoportable que resultó para su hijo ver como dos hombres se besaban. Como también era intolerable que su mujer no se sometiera a sus dictados. El club Pulse de Orlando, lugar de encuentro de la comunidad homosexual, puede ser para un yihadista uno de los lugares demoníacos de una civilización que juzgan degradada y corrupta. Aunque, al parecer, esta opinión no es solo cosa de los islamistas radicales. Recordemos que el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, publicaba en su cuenta oficial de Twitter, al conocer la noticia, lo siguiente: «Que no os engañen: no se pueden burlar de Dios. Un hombre recoge lo que siembra». Con esta cita bíblica (borrada poco después) hacía responsables de la masacre a las víctimas. Vemos como la intolerancia hacia la diversidad de los goces, y orientaciones sexuales, provocan coincidencias discursivas alarmantes. Donald Trump, por su parte, parecía contento «por tener razón» en su política sobre islamismo y proponía una disparatada solución: armas para todos.

Si el Estado Islámico reconoce como suyos a los que matan en su nombre en cualquier lugar del mundo, y les da una justificación ideológica para su delirio, el yihadista ya no necesita ser captado: puede autodesignarse. Este estilo de actuación es mucho más difícil de combatir. Mucho más aún en un país en el que un fusil de asalto puede comprarse con la misma facilidad que un televisor, incluso por parte de alguien investigado por el FBI, o con historial penal o psiquiátrico.

Decididamente, el peligro para Occidente también está en su interior y no es posible, ni siquiera para Donald Trump, levantar muros interiores.